La proyección sobre la Puerta de Estepa. El maravilloso arte antequerano se posó con brevedad y de manera simultánea dejando a un público entregado y paciente, boquiabierto. Gente con orgullo de saberse, sentirse antequeranos y entregando de manera incondicional su amor a esta ciudad que acaba de hacerlos hijos de primera, división de honor y fronteras pequeñas. Inmensa alegría y un ambiente desbordado de público e ilusiones que se irán materializando en el tiempo. Ya hemos dejado de soñar, la realidad es mucho más hermosa y la tenemos a la vuelta de la esquina. Y todo ello aderezado con la gran noticia de la vuelta a casa de nuestros representantes que estuvo enturbiada por los acontecimientos políticos, aún coleando, que se sucedieron en Turquía. ¡Menudo susto debieron pasar nuestros chicos!
Hasta el Paseo Real llevó la noche del dieciocho su nombre como nunca. Gente de allá para acá, en las zonas de ocio, en cualquier rinconcillo en amena charla y compañía y todo aderezado con mucho albero, tanto que el aire fue el encargado de transportarlo a las bebidas, a las bandejas de tapas y degustación, que las horas del apetito no tuvieron en cuenta. Se consumió con satisfacción, la noticia del día nos superaba en emociones y las pequeñeces no preocupaban lo más mínimo.
Y el reloj, se miraba con verdadera ansiedad. La hora fijada se prolongó y dio paso a más y más gente deseosa y expectante. Tanto anhelo y suspiros colectivos obraron el milagro de calmar un aire travieso y entrometido que quería ser el primero en enterarse de todo, abriéndose paso con verdadera fuerza. Cansado se relajó y llegó la medianoche con la calma y el sosiego con los que hay que recibir las grandes noticias. El júbilo no se hizo esperar. ¡Bravo Antequera, tú sí que sabes hacer bien las cosas. Felicidades!