Andamos en este país viendo cómo el partido socialista se desmorona. El secretario general ha perdido a sus barones y él mismo apoya su silla en un terreno tan movedizo que es casi imposible poderse sostener. Dos bandos enfrentados por los resultados de las urnas y las ambiciones personales. Y dos conceptos opuestos de entender la socialdemocracia.
Los abrazos de antaño se convierten en ira y en espadas tan afiladas que cortan hasta el aire, respiran mal unos y otros, y las dimisiones fuerzan una salida dramática. Es posible hundir al secretario general, pero el coste va más allá de tomar las riendas de un caballo que se supone desbocado. Atrás quedan esos tiempos de aplausos colectivos y apoyos unánimes al dirigente. Hoy estorba a todos los que andan a su derecha, incluidos sus ex-compañeros y casi a todos los de su izquierda por no formar un” gobierno llamado de progreso”.
Verdaderamente Pedro Sánchez lleva tiempo nadando entre dos aguas que no quieren juntarse y soporta los rompeolas de unas y otras sin cambiar de criterio. No corren buenos tiempos para este chico, tampoco para nadie que piense en clave PSOE, porque incluso dimitiendo en bloque, como está ocurriendo, la gestora que pueda hacerse con el control tendrá que actuar con pies de plomo, sabiendo que gran parte de la militancia no va a estar de acuerdo. Hay brechas profundas, sin embargo, hay que evitar que la ruptura llegue a consumarse y encontremos dos pesoes que no tengan nada que decirse.
A Susana le gusta mucho Madrid y mide bien los tiempos, tanto que si el horizonte aclara que hay terceras elecciones, no quiere ir de Moisés ofreciendo la salvación. Quiere jugar bien y despacio, abstención a Rajoy y logros efectivos. En pocos años preparada para la alternativa. Las ambiciones dejan lagunas irreparables en los partidos. No escarmentamos.