Las redes sociales te ofrecen frases repetidas, retuiteadas, que te hacen pensar. Me quedo con una, «Amigos que te lo digan a la cara, pero que te defiendan a la espalda». He estado reflexionando sobre ella y está muy presente en nuestra sociedad actual. Crecen los ogros que te cuestionan, pero bajo anónimos, porque es muy complicado dar la cara, escribir con nombre y apellidos. O los que lo hacen con nombres y apellidos, pero luego te saludan, te buscan para la «foto» o pegan voces diciendo lo maravilloso que eres.
En una sociedad democrática, libre, respetuosa, la libertad con su derechos y obligaciones, debería ser bandera de todos los que presumen de ella. Pero no es así, creo que incluso cada día es más complicado desarrollarla. Hoy está la figura del adulador, el que pone en los altares al amigo, al compañero, pero luego lo cuestiona, lo critica, incluso le increpa a sus espaldas. Y… ¡qué daño hace para la persona referida, para la sociedad! Hablar por quedar bien en público, es fácil, mucho, pero negativo para la persona a la que te refieres.
Y no camino en mi batalla buscando aduladores, no; lo que pretendo, lo que sueño, es encontrarte con gente que valore al que habla lo mismo por delante que por detrás. Alguien que diga un día… «Pues tienes razón, voy a cambiar y no era correcta mi postura». O, «te agradezco que me lo digas a la cara y no en público».
Creo que aunque titulo esta columna como «Amigos que te lo digan a la cara, pero te defiendan a la espalda», se debería de titular, «Amigos que te hacen la pelota a la cara, pero que te critican a la espalda». Por eso, la sociedad no sale de esta crisis, porque no nos decimos las cosas a la cara. Cuando escribimos algo positivo, es porque se lo merece el sujeto de la acción; pero cuando es algo negativo, nos lo hemos inventado. Quizá, no valoremos la vida, de la que no sabemos cuántos días nos quedan. Al final, las palabras se las lleva el viento, por muy bien que se digan las cosas.