Hay semanas, que dices que mejor no hubieran transcurrido. Hace dos domingos, no apareció en su cita diaria a Santa Eufemia, el padre trinitario Antonio Aurelio: su padre había fallecido, lo que dejó sin referencia, a una familia muy querida en nuestra ciudad, por el cariño que se le tiene a este sacerdote bueno, que siempre que pudo, trajo a sus padres a nuestra tierra.
Luego, recién aterrizados de FITUR, nos encontramos con otra mala noticia, el fallecimiento de Juan Gómez Varo, padre de nuestros conocidos y queridos amigos Yayi, Ramón y Ángel. Un hombre al que el cáncer también llamó, y se fue con el cariño de su familia, que estuvo unida como siempre, arropando a su padre, en sus últimos días.
El martes, preparados para emitir en directo un programa de radio, nos llamaron para darnos la mala noticia, de una dolencia repentina, que padeció el hermano de nuestra compañera de Redacción, Lorena Sánchez. Juan Antonio, en menos de 24 horas, pasó de ser uno más en nuestra sociedad, al que la vida le jugó la mala pasada, de venir repentinamente un trágico final, en la que su corazón, la larga y complicada operación, pese al amor y fe de su familia, no pudo ser suficiente, para mantenerlo entre nosotros.
Y si no fuera poco, este jueves fallecía uno de los hombres que forman la historia viva del mundo cofrade de la segunda mitad del siglo XX, José Villlalón, padre de una de esa familias muy conocidas y populares en nuestra ciudad, gracias a las cuales se mantiene nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra esencia antequerana.
Que el Señor les acoja en el Cielo y les haga partícipes del descanso eterno y de la Resurrección.