Hace calor y eso que no puedo quejarme porque estoy aquí, literalmente al lado del mar, por eso me resisto a hablar de política y sucesos de este tipo para los que necesito conectar una especie de canción que diga “hoy puede ser un gran día y mañana también” por trazar una línea divisoria entre esto y aquello. Yo me recuerdo esta cantinela cuando me levanto desganada o me encuentro un día que siendo azul y brillante lo veo un poco descolorido.
No es el caso en este instante. Prefiero disfrutar de la ausencia de tráfico, del sonido íntegro de las olas, del café de la mañana sentada en la terraza aún con el sueño pegado en mis zapatillas, saludar con el pensamiento a las gaviotas, descubrir las primeras sombrillas que hoy, parecen sacadas de un cuento de colores y no presagian nada malo, al contrario, despejan la línea del horizonte rota por un instante por un balandro que yo veo pequeño pero vete tú a saber.
Comentaba unos de esto días García Montero, al que tengo la suerte de conocer, que las cosas en general no están bien, pero la vida no se acaba hoy. Razón de más para ser optimistas. En política todo deja mucho que desear, y recomponer líneas y rayas es laborioso. Por eso, porque los políticos buenos y malos se van de vacaciones dejando el país así. Yo creo que los seres humanos que los hemos votado, también tenemos derecho a una horchata fresca y a un helado, por no hablar de unas cervecitas con tapa a dos euros en el chiringuito más visitado del verano de este estío el de hoy el de aquí y ahora.
Perfectos los minutos y las horas de un día, creo que sería imposible contar. Pero bueno, también es natural que no todo sea tan plano ni tan perfecto. Así que vamos a darnos una tregua en nuestros quehaceres cotidianos y volvamos a “hoy puede ser un gran día y porque no, “mañana también”.