La rubéola es una enfermedad infecciosa producida por un virus de la familia Rubivirus. Se transmite por vía respiratoria por contacto directo de persona a persona por la tos o los estornudos. Gracias a que la rubéola está incluida en el calendario vacunal, en nuestro país la incidencia de esta enfermedad es mínima. Esta vacuna es la Triple Vírica (paperas, sarampión, rubéola), que se administra a los 12 meses y a los 3 años de edad.
El principal síntoma que produce la rubéola es una erupción en la piel muy característica acompañada de fiebre, se visualizan como pequeñas erupciones rojizas. También puede producir dolor muscular y articular, conjuntivitis, congestión nasal, faringitis y malestar en general. El periodo de incubación suele ser de dos o tres semanas desde que se produce el contagio. La enfermedad se confirma con una muestra de exudado nasal o faríngeo que pone de manifiesto la presencia del virus, o bien una serología que evidencie la presencia de anticuerpos si el individuo ya ha estado infectado. En la actualidad no existe tratamiento para esta enfermedad, sólo se utilizan antitérmicos para controlar la fiebre. Normalmente la enfermedad en sí no es grave y el pronóstico suele ser bueno, pero sí se pueden presentar problemas en el caso de adultos que sufran otras patologías infecciosas. Una vez superada la enfermedad el individuo adquiere inmunidad para toda la vida y no volverá a padecer la infección.
Parte de la importancia de la rubéola reside en las mujeres embarazadas que sufren la enfermedad. Así surge la rubéola congénita, que es aquella en la que el feto se contagia por la infección que sufre su madre. Hay que tener claro que en estos casos la rubéola puede ser causa de aborto espontáneo, o bien producir malformaciones en el feto, sobre todo, en las primeras semanas de gestación. Aquí reside en la importancia de la vacunación como única prevención eficaz. Para terminar, hoy reconozco lo bien que pueden sentarle a algunas personas sus nuevas gafas para la vista, sensualidad en estado puro.