En el marco de unas conferencias a las que asisto como ponente unas veces y otras como oyente, ayer me encontré inmersa en una de lo más interesante sobre la sabiduría. Pablo E. Orry nos hablaba de ella con entusiasmo, me di cuenta de que lo que decía lo había puesto en práctica con su vida y eso le daba autenticidad a su mensaje. Comentaba Pablo, que el aprendiz de sabio no es aquel que trata de acaparar muchos conocimientos teóricos o prácticos.
El que se inicia en este arte, no sufre ni se inquieta por aquello de lo que carece, porque su atención la concentra en todo aquello de lo que dispone sintiéndose muy satisfecho y privilegiado de tener aquello que tiene.
Que no nos esclavice nada, aquí recordaba yo a Gandhi. La consigna es simple pero llevarla a cabo no tanto. Querer las cosas que suceden empezando por las más sencillas es la clave.
El no poseer crea un desasosiego por no tener aquello que se desea aprisiona y crea desasosiego llevándonos a la tristeza, a la pobreza de espíritu.
Claro que podemos desear. A ver yo siempre deseo ser mejor persona, deseo lo mejor para mis hijas y mil cosas de este tipo. Evidentemente también deseo hacer un viaje por las islas griegas.
Desear es bueno, pero de forma controlada, porque si parte de nuestros deseos no se realizan, puede invadirnos la frustración y el desencanto. Esto nos llevaría a una infelicidad encadenada que condicionaría nuestra vida.
Así que disfrutemos de la vida. Yo de momento me voy al cine que es mi otra gran pasión. Los papeles del Pentágono son mi objetivo. Y me voy antes de que la corrupción política me llegue a las rodillas y no pueda desplazarme hacia mis objetivos deseados, vividos, disfrutados. Como aprendiz de sabio, saboreo las buenas historias.