Mucho se está escribiendo sobre el previsible éxito del PSC en las próximas elecciones autonómicas catalanas, y poco sobre su candidato el señor Salvador lla. Yo prefiero escribir y hablar de Salvador Illa, ese candidato a la Generalidad de Cataluña que fue dado a conocer –“placeado”, dije yo– utilizando términos taurinos antes de que la tauromaquia fuera expulsada de las bellas artes, y juzgada sólo por su faceta del maltrato animal… Sí, Salvador Illa fue convenientemente “placeado” en los tiempos duros de la pandemia por Sars-CoV-2, para que fuera conocido y, posteriormente votado en Cataluña.
Solía aparecer Illa con su inseparable doctor Simón, epidemiólogo, director desde el 2012 del Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Les seguí la pista muy de cerca; lo sucedido en el 2020 y 2021 con ese caprichoso virus no era como para tomárselo a broma; y empecé a creer que todo se tomaba a broma cuando vi las medidas de confinamiento y aislamiento de la población española y me percaté del papel jugado por el Ministerio de Sanidad a lo largo de la pandemia.
Recordemos que el ministro de Sanidad ejerció su ministerio hasta enero del 2021, fecha en la que –una vez “placeado” y conocido– fue presentado como candidato del PSC a las elecciones catalanas. Siempre me pregunté si las funciones del ministro Illa eran fundamentales en aquellos momentos de pandemia, ¿por qué fue cesado como ministro de Sanidad? En el año 2021 fue sustituido por Carolina DARIAS, que dio un tono más serio a la Sanidad española frente a la pandemia.
Algo parecido pasó con el doctor Simón, quien desapareció con la señora Darias y, abandonó la lucha contra el SARS-CoV-2, algo más tarde, tras decir al principio que nuestro país se iba a caracterizar por tener sólo algún caso aislado de infección por SARS-CoV-2. Estoy seguro de que, dada su talla y formación en epidemiología no lo pensaba así. Pero dijo lo que políticamente le habían aconsejado decir en aquel momento. Desde aquel protagonismo diciéndonos sobre la infección lo que “le decían que tenía que decir”, su papel en el Ministerio ha caído progresivamente en el anonimato. Su figura no aparece en ninguna candidatura política, ni parece jugar papel relevante alguno en la pandemia actual ni en alguna otra pandemia por venir.
Ésta es, en mi opinión, la triste historia de la infección por SARS-CoV-2, en nuestro país: la política –como siempre– abriéndose paso por encima de los especialistas, y “placeando” a cualquiera que esté al mando de cualquier ministerio, el de Sanidad por ejemplo.
Esperemos de la actual ministra de Sanidad, Mónica García, una labor más lógica y más seria de las decisiones concernientes a la política sanitaria, aunque la declaración de intenciones que ha hecho en favor de la Sanidad Pública no parece ir en ese sentido. En un país como el nuestro, en el que conviven la Sanidad Pública y la Privada, hay que ir en favor de un régimen sanitario global que proteja a todos los españoles. ¡No tratemos de hablar sólo de lo público, en menosprecio de lo no público!