Buscando un lugar donde poder dar rienda suelta al gusto y a la imaginación, después de haber paseado por la calle más emblemática de Málaga y alcanzando una de sus plazas más populares, adentrarse por calle Compañía es querer descubrir su misterio, sus noches de verano con olor de biznaga y sus rincones con verdadero encanto para el paladar y la tranquilidad. Un pequeño desvío hacia la derecha en nuestro paseo nos deja delante del Restaurante Sarmiento; quizá este nombre le acompañe más de lo que en principio pueda parecer, porque este vástago de la vid es el que cada primavera la llena de vida y cada otoño le ofrece sus mejores frutos. Pero hay que cuidarlo muy a menudo porque es frágil y delicado, se hace mimoso y reclama mucha atención y buen hacer.
Ese buen hacer es el que cada día, el chef Marcos Granados, imprime a su cocina. Hijo de antequeranos de los que le gusta hacer patria, ha sabido darle encanto y comodidad a su establecimiento. No esperen hallar una carta mamotrética que hace imposible acertar en la elección; por el contrario, ha sabido coordinar con acierto la exquisitez y la concreción, con la variedad justa de dar a todos satisfación. Hay que pasar por allí, tiene ese punto de diferencia tan cotizado hoy, que atrapa, que te crea necesidad de volver. Preparado para los paladares más exigentes, ofreciendo una materia prima de calidad y jugando con ella recrear sabores, presentación, acompañamiento sin variar ni un ápice la esencia del producto, también trabaja que presenta lo mejor en su mejor punto. Sin olvidar la atención y el trato, magnificos, nos encontramos ante uno de estos lugares que siempre estaremos dispuestos a repetir y a no perdernos.