No hace demasiados años, era difícil quedarse sin caminos hacia Dios. Era la misma familia y la sociedad, la escuela, quien te llevaba a ese encuentro con Dios. Pero hoy ha cambiado y mucho esta situación. Resulta muy fácil quedarse en la vida “sin los caminos” que nos llevan a Dios. No hace falta ser ateo. No es necesario rechazar a Dios de manera consciente. Basta seguir la tendencia general de nuestros días e instalarse en la indiferencia religiosa. Poco a poco, Dios desaparece del horizonte. Cada vez interesa menos. Pero en medio de este caldo de cultivo, nos podemos preguntar: ¿Es posible recuperar hoy caminos nuevos hacia Dios?
Puede que lo primero que debamos hacer sea recuperar “la humanidad de la religión”. Abandonar caminos ambiguos que conducen hacia un Dios interesado y dominador, celoso sólo de su gloria y poder, y en definitiva poco humano, para abrirse a un Dios que sólo busca y desea, desde ahora y para siempre, lo mejor para nosotros. Dios no es el Ser Supremo que aplasta y humilla, sino el Amor que atrae y da vida. Las personas volverán a Dios, no atraídas por lo “miedo” sino por lo “fascinante” de todo el misterio que nos ofrece ese amor de Dios.
Es necesario, al mismo tiempo, agrandar el horizonte de nuestra vida. Estamos llenando nuestra vida de cosas y nos estamos quedando vacíos por dentro. Vivimos informados de todo, pero ya no sabemos hacia donde orientar nuestra vida. Nos creemos los seres más inteligentes y progresistas de la historia, pero no sabemos entrar en nuestro corazón, meditar, orar o dar gracias. Sólo camina hacia Dios el que no está satisfecho con el lugar actual y busca uno nuevo para existir.
Es importante, además, buscar un “fundamento sólido” a la vida. ¿En qué nos podemos apoyar en medio de tanta incertidumbre y desconcierto? La vida es como una casa: hay que cuidar la fachada y el tejado, pero lo importante es construir sobre cimiento seguro. Al final, siempre necesitamos poner nuestra confianza última en algo o en alguien. Desde este desconcierto resuena en el interior de nosotros los hombres: ¿No será que necesitamos a Dios?
Para recuperar caminos hacia Dios necesitamos aprender a guardar silencio, a lo más íntimo de la existencia se llega, no cuando hablamos y nos agitamos, sino cuando hacemos silencio. Cuando la persona se recoge y está callada ante Dios, el corazón tarde o temprano comienza a abrirse.
Se puede vivir encerrado en uno mismo, sin caminos hacia nada nuevo y creador. Pero se puede también buscar nuevos caminos hacia Dios, a ello nos invita Juan Bautista en este adviento que estamos viviendo.