No recuerdo semana como ésta en Antequera. No terminabas de levantarte, cuando te volvías a caer por una mala noticia. La tragedia del futbolista del Betis presagiaba una semana «horribilis». Primero, un vecino, luego… un médico, un amigo, un concejal, un padre, un luchador por alargarnos la vida, por ofrecernos esperanza, si la medicina no tenía alternativa. Don Norberto Macías, tras dedicarse en plenitud por nuestra salud, no pudo vencer a ese mal, que sigo preguntándome por qué no se encuentra la forma de pararlo de una vez.
Luego, durante el famoso partido de España y Portugal, me empiezan a llegar mensajes de una trágica noticia. Nunca antes había contrastado algo tanto, como la muerte de la niña Isabel Campaña, que se hizo mujer plantando cara al cáncer. Lo intentó, puso todo de su parte, pero tras 21 meses de lucha, este miércoles 27… se le apagó la luz, los rayos de esperanza. Su muerte ha sido muy sentida porque ella, su espíritu, su lucha, ha sido parte de todos. Nos hemos sentido identificada con ella, con su familia, con la posibilidad de encontrar la curación… y casi se consiguió. Al menos desde Navidad a Semana Santa, ella pudo estar con los suyos, en casa, con la ilusión de unos últimos meses en paz. Pero luego… ya saben, ese trágico final, que no sabemos cómo evitar de una vez por todas.
Al acompañar en su dolor a su familia, nos quedamos inmóviles, sin palabras, sólo un apretón de nuestro corazón, por medio de nuestras manos.
Y tras preguntarnos otra vez por qué pasa esto, nos viene la iluminación de la fe, el amor, la esperanza… Atributos que nos ayudan personas, como los sacerdotes, como el bueno del padre Antonio Aurelio (como todos los Antonios que están en Antequera), trinitario que anoche despedimos por su traslado a Córdoba.
Ante el día que proclamemos el fin del cáncer, Señor, mientras, déjanos a tus buenos pastores, estar con nosotros, en las alegrías y en las penas. Amén.
