Mi primer pensamiento de este día es para Sharif, para Lawrance para Zhivago, para Lara. El desierto de Arabia se ha quedado un poco más solo en su inmensidad. Llora lágrimas de arena y desaliento por uno de los habitantes del mundo de las estrellas, el príncipe Alí, Omar Sharif amigo de Lawrence, ¿lo recuerdan? ¿Y quién podría olvidarlos?
Omar regresará siempre a su Egipto natal, a sus tribus de nómadas, por muy sólo que aparente estar siempre lo hallaremos en las dunas de la otra vida, convicto al fin, de todo lo que fue, de todo lo que hizo, de aquellas amistades envueltas en equívocos sabios y sospechas de destierro perpetuo.
Oasis extensos hechos de monólogos y pensamientos reales, hipnóticos, preñados de carisma y locura. Ni el rostro real de la historia talla efigies auténticas como la suya. Yo comparto mi vida con el mar, él, Omar, con las arenas y la nieve perpetua. Tan pronto sientes el abrasador fuego de los océanos desérticos como un dios capaz de habitar esta tierra do quiera que se le coloque. como la helada Siberia o la carga cosaca.
Angostos cañones, inmensas nieves a la sombra de preguntas jamás hechas. Un rabel melancólico gime entre una manada de camellos. Mientras una mandolina suena con el tema de Lara. Y Omar, el que antes fue del desierto, ahora es Zhivago de Moscú. Cosas de la vida, ocurrencias del cine y sus grandes personajes. El diálogo entre ellos a veces es pura poesía. Lírica de Gran Guerra Yuri y Lara, Yuri y Tonya. Esos ojos con profundas ojeras, esa sonrisa abierta, los arranques de rebeldía e ira en pleno rodaje, aquellas caracterizaciones. Jugador empedernido de bridge… Es él os lo aseguro, es Sharif.
Eso sí, nunca sin su bigote.