El síndrome de Asperger es un tipo de autismo producido por una anomalía cerebral que se caracteriza por una notable dificultad en la interacción social con cierto retardo motriz. Hoy en día no se conoce la verdadera causa que lo produce, presenta cierto componente genético aunque se desconoce el gen o los genes que están implicados.
Lo realmente significativo del síndrome de Asperger es que estas personas no presentan alteración en su desarrollo cognitivo ni en su inteligencia pudiendo incluso cuidar de si mismos. El síndrome de Asperger se diagnostica en la infancia, estos niños se obsesionan con una cosa o un tema y no hablan de otra cosa. Sus problemas sociales residen en acciones tan elementales como no saber cambiar el volumen de su voz en diferentes escenarios de conversación, no reaccionan a los comentarios de otras personas, no entienden el sentido del humor y tienen problemas con la comunicación no verbal, con las expresiones faciales y con el contacto visual. Por el contrario, no se aíslan del mundo como ocurre en el caso de las personas que sufren autismo.
Aún hoy en día, no hay unanimidad ni criterios para diagnosticar el síndrome de Asperger, normalmente se diagnostica al identificar en el individuo un patrón básico de comportamientos no antes de los 3 años de edad. Son necesarios equipos multidisciplinares en el que intervienen neurólogos, psiquiatras, logopedas y psicólogos tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. Tampoco existe un tratamiento único y específico, se utilizan programas diseñados para el aprendizaje de habilidades para controlar las emociones, en destrezas motoras, en conversación y en terapia ocupacional. Se pueden utilizar fármacos como los inhibidores de la recaptación de serotonina y antipsicóticos para tratar la ansiedad y la depresión. Para acabar, agradezco las gratas sorpresas que he recibido este verano, nunca las olvidaré.