No se puede resumir un verano, no porque dure mucho, si no porque la intensidad con la que lo vivo se evaporaría a las primeras de cambio. Igualmente que no se puede sintetizar un gobierno, sus avatares y fechorías. Será injusto para los apaleados, de una u otra manera, de este país.
Sí ya sé que algunos hemos estado de vacaciones, pero tal como España se halla, no nos podemos dar el lujo de tener vacaciones. Unos porque ya carecen de poder adquisitivo para acceder a ellas, otros, porque se quedan “abierto” en verano, por si algo cae. Aunque otros se las pueden permitir y a lo grande, por ejemplo los gobernantes, aunque de vez en cuando tengan que interrumpirlas para ir a declarar a la Audiencia Nacional.
Por cierto, estos días se ha hablado mucho de aquello de “tienen que decir la verdad” porque…¿La verdad? ¿Qué verdad? Puede que sea la que le conviene a usted o a mí o la que le conviene a ellos. ¿Prevaricación? Pero, esta palabra no tiene ningún significado en las altas esferas, ¿o es que no lo vemos?
Mientas ustedes leen este artículo o no, yo habré celebrando una moraga ante el Mediterráneo, mar que reivindico como mío, nuestro, como residente en Málaga o Torrox-Costa, nacida en Antequera pero bautizada con sus agua salada por expreso deseo de Isabela, mi madre, que ya veía venir mi tendencia al oleaje marino. ¡Hay que estudiar geografía informativos de cualquier signo!
A lo que iba, lo mejor de todo es que, estoy rodeada de amigos que desde hace años tengo la suerte de tener por estos lares. Llegan aquí de todos los puntos de Andalucía y este año de Nápoles y Londres. Así que el espanglish corrió a sus anchas entre sangría y mojitos. Cuando las sardinas o las chuletas se hacía, su aroma se convertió en lenguaje universal y todos entendimos un mensaje que por escaso, es digno de mención: el de la amistad veraniega, el de la lealtad de sombrilla, el de socorrista en tiempos difíciles, el de bandera verde enarbolada con determinación. GRACIAS, Bea, Carmenes, Anas, Mercedes, Juan, Esperanza, Antonio, Rafa, Nati…Manolo, Marco, Alfonso, …
¡Comimos bajo la luna hasta que nos cubrieron las estrellas!
