Ni qué decir tiene que en nuestro deporte una buena técnica del pedaleo nos ha de llevar no sólo a rentabilizar nuestro esfuerzo, sino que además repercutirá en buena medida en la mejora de nuestras articulaciones y en solventar o impedir posibles lesiones articulares.
Si hemos de hablar de técnicas de pedaleo lo primero que habremos de tener en cuenta será la longitud de las bielas, algo que muchas personas de las que a diario se acercan al mundo de la bicicleta, desconocen. La longitud suele venir expresada por el fabricante en el reverso de las bielas, de no ser así la podemos realizar nosotros mismos midiendo la distancia entre el centro del eje pedalier y el centro del eje del pedal. Existen en el mercado bielas de diversas medidas, con el propósito de adecuar nuestro pedaleo a la longitud de nuestra entrepierna.
Si tenemos en cuenta, lo que muchos de los profesionales del ciclismo han dejado entrever con sus atesoradas experiencias, es que bielas con más de 175 m/m. pueden generar una mayor dificultad para el movimiento de las piernas, aún en el caso de ser altos.
Una buena fórmula para saber elegir qué bielas puedan adaptarse mejor a nuestra morfología sería la que sigue:
Con una medida de entrepierna –medida en centímetros conseguida con una escuadra que habremos situado en nuestra entrepierna y descalzos pegados a una vertical, iría del suelo al punto más alto de la escuadra–, de 74 a 80 centímetros bielas de 170 m/m; de 81 a 86 centímetros bielas de 172,5 m/m..; de 87 a 93 centímetros bielas de 175 m/m.
Una vez efectuada la elección, otra pregunta me ha llegado en muchas ocasiones: ¿es mejor pedalear «con la punta» del pie o «con el talón»?, la pregunta plantea muchas connotaciones. Jacques Anquetil o Eddy Merckx respectivamente fueron un fiel exponente en ambos casos. Estos casos fueron excepciones personales, formas y costumbres muy personales que en su día adoptaron.
El buen pedaleo lo conseguiremos tomando conciencia de que la perfección consiste en variar constantemente la dirección de la fuerza ejercida sobre el pedal, de manera que ésta sea en cada momento perpendicular a la biela, a la que acompañar así en su movimiento de giro. Ahí reside todo el arte del ciclismo.
Por ello no me cansaré de repetir lo importante que es su aprendizaje. Los numerosos músculos de nuestras piernas que van a intervenir en el pedaleo, deben adquirir las dos facultades contradictorias de ejercer la mayor fuerza posible –al máximo esfuerzo– y de modificar sin cesar su orientación. El ciclista que lo consigue «acaricia» los pedales, los utiliza a conciencia, en lugar de aplastarlos, perdiendo en cada impulso un porcentaje de esfuerzo para nada despreciable y cuyo único efecto sería estirar las bielas, en el caso de que éstas fueran elásticas.
Para adquirir dicha técnica debemos concentrarnos mentalmente en sentir nuestro cuerpo sostenido por el sillín y en utilizar nuestras piernas –independientemente cada una de ellas– exclusivamente como un órgano de propulsión, convirtiéndonos en personas pedaleantes, para ello debemos concienciarnos en la repetición de estos movimientos olvidándonos del caminar y haciendo que nuestras piernas sean una prolongación, una pieza más, de nuestra bicicleta.