A mis alumnos de guión cinematográfico les hago rezar inconscientemente aquella frase de Aristóteles de que «Tan importante es saber expresar la idea, como la idea misma». Pensar en imágenes, jugar con la mirada del espectador, arrancarlo del sillón y conducirlo con nuestra cámara a otro mundo. En esto, Hitchcock es un maestro.
«The artist» es un salto al vacío en unos tiempos donde el artificio cinematográfico pierde a veces al espectador, mal acostumbrado. Michel Hazanavicius consigue, a priori, convencer a varias productoras para apoyar un proyecto a contra corriente, una película muda en blanco y negro. Su valentía y creencia en el proyecto ha sido claramente compensada por la aceptación, primero de la taquilla; un público que ha despertado ante la verdadera magia del CINE que como comentaba el compañero Rodríguez Marchante «Muda, sí, pero imposible no oírla…», es decir cerebro y corazón; y segundo, de la crítica (últimamente la mayoría, dedicada a copiar y pegar, o a seguir la corriente) que la han pillado con el paso cambiado en Cannes al observar una propuesta fílmica inteligente, donde el arte y el espectáculo se encuentran perfectamente balanceados.
Hazanavicius ha logrado en «The artist» combinar las viejas reglas del cine mudo (fotografía, encuadre, tempo…) con una realización perfecta, ayudada por su fiel compositor musical Ludovic Bource y la fotografía de Schiffman. En fin, cada «x» tiempo surge alguna joya cinéfila. Curioso que, ésta nos haga retroceder a los años 20 en técnica y planteamiento de contenidos. ¿Qué está pasando? Simplemente mantiene latente los dos ingredientes de toda gran y buena historia: emoción y sentimiento.
Francia cuna de pioneros como Lumière, Méliès, Pathé, Blaché… de nuevo nos hace un estupendo regalo a los amantes «du cinéma». Merci!
