Vicente Ortiz representa esa generación antequerana de jóvenes preparados, formados, que estudiaron, se sacrificaron para ser lo que hoy son. Primero, buscó su trabajo, luego intentó cambiar la sociedad desde un partido político, pero quizá su criterio de confiar en su análisis y no dejarse por las corrientes del “peloteo” al que manda, le llevó a una retirada a tiempo.
Sus comienzos no fueron fáciles, incluso perdió la categoría, pero luego, con tesón, buen juego, confianza en los jóvenes, supo y pudo ascender.
El año pasado, llamaron a sus puertas y parecía que dejaría El Maulí, pero finalmente se quedó. Tras formar una plantilla a su medida, alivió el vestuario a su forma de ver el fútbol y deslumbró en pretemporada, pero… todo fue un espejismo. Casi desde el primer partido, ha estado cuestionado, sólo hacía falta esperar las ruedas de prensa, para escuchar lo que el túnel de vestuarios dictaminaba.
Hasta él mismo dijo antes de partir a Melilla, que si no llegaban los puntos, lo normal es que se fuera. Y así ha sido, aunque de momento, la intención es que sea el director deportivo.
Michael Jordan dijo: “He fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el éxito”. Puede que Vicente haya fallado alguna vez en estos tres años, pero tuvo fe, confianza en el fútbol de juego, y no en el aburrido y rudo que se contempla en Tercera. Fallaría, pero lo reconoce, virtud que Ortiz tiene y sería bueno verla más a menudo. ¿Los demás somos perfectos y no fallamos nunca?