Tengo una amiga que está dejando atrás su faceta de fumadora empedernida. Y me alegro mucho, muchísimo por ella; no sólo está dándole una buena oportunidad a su salud en tiempos venideros, además está reforzando su voluntad , indispensable para obtener garantía de éxito y superación en la vida.
La voluntad nos define y nos hace ser cada día más libres, nos pone en el camino adecuado para obtener las metas propuestas y, sobre todo, es la mejor maestra para conseguir que esos flecos banales, estúpidos e intolerantes que arrastramos como adornos de mal gusto, pero que nos pueden condicionar bastante, se transformen en cualidades o en el peor de los casos, se queden fuera de nosotros. No hay triunfo sin que la voluntad ande por medio, ésta no mueve montañas pero sí hace el milagro de llevar al unísono la cabeza y el corazón para que nada se nos resista. Donde ponemos a punto esta cualidad es en la enfermedad, todo se vuelca para atrapar el remedio que nos sane, renunciamos a cientos, miles de insignificancias que nos rodean para perseguir el objetivo. Nos endurecemos y maduramos, aunque nuestro corazón siga latiendo con ritmo, pero incluso éste sale mejor acompasado y lleno de sentimientos que en la salud ignoraba.
A veces, falta sensibilidad para ir en pos de ella. Si los políticos dejaran de ser tan veleidosos y actuaran de manera más coordinada, sin niñerías y sin tanto protagonismo enfermizo, podría trabajarse por el bien común, dejando en el camino los caprichos y los gastos superfluos que aliviarían la economía de muchas personas. Pero eso es mucho pedir, enfrascados como están en los nacionalismos, primarias y becas. ¿Alguna vez pensarán en nosotros?
