Más de dos centenares de fallecidos; cerca de 5.000 empresas a la ruina; por encima de 100.000 coches destrozados; 78 municipios con daños en viviendas irreparables e incalculables y un suma y sigue del que conoceremos más a medida que se hacen más intensas las labores de búsqueda son los datos, no opiniones, que nos deja la DANA en Valencia.
Habría que contrastar cuanto nos van diciendo los medios porque visto el panorama nacional todo debe ser puesto en cuarentena (unos no mienten, sino que cambian de opinión y otros se prostituyen por seguir en el poder). Ahora bien: si es cierto que la AEMET activó la alerta roja a las 7,30 de la mañana; si no puede desmentirse que hasta las 17 horas no se convocó la primera reunión del CECOPI, sin Carlos Mazón; si nadie puede cuestionar que el primer aviso por parte de Protección Civil no se envió antes de las 20 horas del martes 29 de octubre y si no hay capacidad para desmentir que muchos vecinos no se enteraron del primer aviso de la DANA porque ya había bloqueado muchas comunicaciones…
Si nadie puede cuestionar lo anterior, debemos de dar una patada en el trasero a este gobierno valenciano que dejó a los suyos a merced de los caudales que esa noche abrían las entrañas valencianas en canal y maltrataba a la familias en particular.
Si todo ello es cierto, Carlos Mazón, por vergüenza y educación debiera haber dimitido desde el minuto 1; Pedro Sánchez haberse quedado en su casa y no acudir cuatro días más tarde a irritar a los vecinos –nunca mejor dicho– con el barro hasta el cuello; y, los dos partidos políticos mayoritarios haber convocado una concentración para repartir monos y aperos de trabajo y colocarse no como Gabinete de crisis al frente de la catástrofe, sino ponerse con sus vecinos en las arduas tareas de limpieza y recuperación.
A 26 kilómetros de Paiporta se encuentra Bétera, un campamento militar con una tropa de zapadores que en helicópteros de transporte debería haber estado acuartelado desde el minuto 1 del lunes para partir de inmediato y estar en los pueblos castigados paran haber tratado de paliar tantos daños. Pero, no se piensa así, la clase política gusta en demasía de la foto (somos romanos ellos hacían Arcos para conmemorar y nosotros nos hacemos fotos para festejar, en ocasiones, no se qué…
En España, lo he manifestado en otras ocasiones, tal vez producto de la historia que vivimos en su momento y que hemos heredado, damos continuamente sentido al refrán de acordarnos de Santa Bárbara únicamente cuando truena y así ha sido. Con el destrozo
servido unos y otros se echan las aguas fecales y los barros a la cara. ¿Por qué
no se hicieron obras hidráulicas para paliar necesidades de primer orden ante tales crecidas? ¿Por qué los planes urbanísticos permiten a diestro y siniestro bajo el manto protector de la clase política que se edifique sobre arroyos, ramblas y márgenes de los ríos? ¿Por qué ante una catástrofe de tal magnitud no se actúa de inmediato?
Las preguntas anteriores con los destrozos del pasado miércoles no deben extrañarnos la ira, el coraje, y la impotencia que tenían los valencianos ante la llegada más que de los Reyes, de la presencia de nuestro jefe del Estado. Unos y otros fallaron, Mazón y Sánchez, Sánchez y Mazón. Y, ahora, en plena hecatombe, se ponen a buscar responsabilidades en lugar de buscar culpables para echarlos a la puñetera calle y echarse ellos mismos.
Además del destrozo moral y psicológico para los que han vivido la tragedia y el desgaste físico para los que llevan trabajando en las tareas de recuperación desde los primeros compases a otros nos queda por preguntarnos: ¿Cuánto de eficaz es la descentralización de ciertas competencias ante catástrofes ¿Por qué no exigimos en las urnas que los gobernantes tengan un mínima preparación en materia de gestión cuando están al frente con nuestro dinero de nuestras vidas y nuestras garantías más básicas?
En años cercanos se sitúan los desastres de las estaciones de Atocha, el volcán de la Palma, el terremoto de Lorca y otros muchos que mejor no recordar. En todos se presentaron los políticos con más fuerza que el Cid pero con menos vergüenza que Puigdemont y ahí quedaron esos episodios para lastre de quienes lo sufrieron. En España, como ya dije, el ron ron tres días son y muerto el perro se acabo la rabia.
Una vez más, el pueblo (sin competencias definidas ante estas situaciones, salvó al pueblo), Y en su salvación se presentaron quienes al menos, no por unas horas, sino por un día debieran haberse enfundado el mono de trabajo y quitar barro.
Tanto barro, el valenciano que va a taponar las cañerías ha servido para ocultar la sinvergonzonería de Errejón y la derrota de Kamala que puesta a los pies de los caballos revela que el ladrón que engordó a los ladronzuelos encuentra el camino sin obstáculos para continuar con el apoyo de los que lo encumbraron.
¡Mucho ánimo para todos los valencianos!