Las patrañas del pequeño Nicolás no dejan de sorprendernos. Tío listo donde los haya; no es fácil reírse de tanta gente y durante tanto tiempo. Esta sociedad que coloca en un pedestal a cualquier fantoche no se priva de ser engañada por los pamplinas de salón, flequillo engomado y traje a medida. Sucumbimos ante la fachada de ciertos sujetos que se mueven como pez en el agua en las altas esferas. Y la envidia asoma, se nos hace cuesta arriba que un joven esté en todos los sitios y a cualquier hora. ¡Qué suerte tienen sus padres, modelo de hijo que les ayuda hasta vanagloriarse ante sus amistades! Y no digo más, novietas salen por doquier, apellidos largos y compuestos, títulos de rango y abolengo, añejos que huelen a deseo.
Caen en la trampa, políticos, empresarios y muchas caras de la escena pública española. Las fotos no mienten. La actitud del disimulado cruce de brazos para despejar la muñeca y enseñar el reloj de moda, su estudiada compostura y el toque de niño guapo ha hecho el resto. Y los torpes de este país que nos contamos a millares hemos digerido fácilmente todas sus mentiras. Ahora se nos atraganta y dudamos de haberlo conocido. La falsedad de su documento público es una broma, una apuesta, sin mediar nadie con responsabilidad en el tema, eso nos quieren contar. Su presencia en las altas esferas, cosas del selfie y del photoshop. Tanta presencia en los medios que ha emulado a la Preysler en sus mejores tiempos, una revancha de lo que no han podido posar con él.