Es lo que da el día 14 de febrero que ha amanecido radiante y los ansiados rayos de sol comienzan a hacerse hueco por los tejados hasta iluminar los puntos más escondidos. El amor y la luz casan bien, quizá se aderecen con bellas poesías que salen del corazón de los enamorados, o de libros con olor a recuerdo de estantes casi olvidados. Pero ahí están, tantas hermosas palabras que el alma literata trata de unir para plasmar el mensaje más cálido, emotivo y cariñoso. La fuerza de la palabra no tiene límite, nos expresa todas las ideas buenas, malas, sublimes, conflictivas, tristes y felices, y estas últimas se llenan hoy de gozo en comercios, hogares, fiestas y en la calle a través de numerosos escaparates que llaman la atención del viandante.
Vuelvo atrás en el recuerdo y busco ese libro de vivencias y soledades donde guardé las mías, una foto de color difuminado con falta de nitidez donde un simple lazo rojo de raso nos hacía sentir felices, la edad lo era todo y las ilusiones estaban desbordadas. De ellas quedan algunas que poco a poco trato de materializar y, que le dan sentido a mi vida. Se me ponen delante para ocupar el espacio de intolerancia y soberbia, que me cuesta bastante desterrar, aunque me esfuerzo en conseguirlo.
Y el día también me trae el convencimiento de que el próximo 25 de mayo iré a la mesa electoral de interventora, no estoy de acuerdo con bastantes cosas de las que veo, quizá la profundidad de los temas se me quede vedada y no alcance a entender muchas decisiones políticas. Pero seguiré fiel a mí misma y a mis ideas, insistiendo, alguna vez, se tendrán en cuenta. No voy a votar a los compromisarios para el congreso andaluz. Juan Manuel Moreno es justo el que hacía falta y ya está en su sitio. Y eso sí que me gustaría que se tuviese muy en cuenta un reconocimiento a Juan Trujillo, una persona tan sensible con los pobres de esta ciudad que son bastantes. No sé que ocurrirá, pero voy a insistir continuamente y los que me conocen saben que pocas cosas dejo a medias.