Estoy esperandoel comienzo de partido de Nadal en Roland Garros y mientras escribo este artículo no sé lo que va a pasar, no tengo dotes adivinatorias. Esto no es una película y mucho menos bélica, pero sí tiene el tono de choque por conseguir el triunfo. Los jugadores como Rafael Nadal en este caso lo hace de una manera solitaria su oponente también. Es un deporte este del tenis, en que cuando sales a la pista por muy grande que sea y ésta es la Philip Chartrer, por muy abarrotada de gente que esté, los dos jugadores se encuentran sólos con ellos mismos. Fuerza física y una fuerza mental extraordinaria. Eso es lo que tiene nuestro particular jugador.
Su cuerpo aún joven tiene las lesiones de un combatiente a pecho descubierto y su mente la fortaleza y la sabiduría adquiridas en todos los años de competición. Miedos, seguridades o certezas concentradas en segundos de juego, sobre sus deportivas personalizadas, alrededor de la cinta de su cabeza, asidas al cordaje de sus raquetas o el viento del norte que agita las banderas que rodean la pista.
La película, bueno el partido la podría haber dirigido Cristopher Nolan. Podría haber sido un viaje en el tiempo entre Interstellar y Tenet o con un cierto toque de Caballero oscuro. Pero no, él, Rafael, va a jugar a la luz del atardecer y sufrirá, no habrá descanso hasta que uno de los dos haya ganado. Aquí no hay un “corten” de rodaje, el plano será largo hasta que concluya su actuación.
Admiro a Nolan, seguro que él tendría un viaje en el tiempo o un ejercicio de supervivencia. ¿Quién es el villano en este escenario de tierra? Ninguno. El tiempo correrá a favor o en contra de los dos y no habrá una máquina del tiempo que cambie el final. Esto no es un palíndromo intuitivo, aunque éste habite en el juego, esto será un minutero con manecillas que recorren el laberinto de la fortuna de las horas a tiempo real.