La Universidad complutense instaló un microscopio electrónico japonés capaz de distinguir entre dos puntos “distantes” ¡sólo cinco millonésimas de milímetro! Lo que equivale, si fuera telescopio, a ver un garbanzo en la luna. Magnífico invento. Ese mismo día recibo por internet una foto: Van siete hombres jóvenes y una mujer huyendo de la miseria. Sólo ella viste a la usanza mora, y carga con dos chiquillos. Descalza y agobiada como una burra mientras los varones van con sus manos en los bolsillos. Sigue un comentario que dice: ¿Qué clase de integración en una sociedad europea cabe esperar de “tíos” nacidos en un mundo en el que la igualdad entre los sexos está por inventar?
Y, si el papel de la mujer está por inventar en más de medio mundo (primer factor de subdesarrollo), qué cabe decir de agriculturas que, en media África no han “inventado” aún el arado. Por eso, cuando las ONG te piden ayuda mostrándote niños famélicos, se te puede caer el alma a los pies; pero la realidad socio-política de la pobreza es casi tan tozuda como los movimientos tectónicos. Eso hace más respetable el gesto de los que, con heroica paciencia, se han ido a integrar en aquellas sociedades (cambiándolas poco a poco desde dentro), que la de los utópicos ociosos que “rajan” de todo en el bar. No señor, (hay que decirle al demagogo): la Ciencia o el Estado de Derecho son un invento occidental, mientras que el Islam, por decir algo, anda aún con sus (políticas) guerras de religión…en lugar de inventar cosas. La realidad humana es compleja, somos interdependientes y algo habrá que hacer; pero mala conciencia inoperante, la mínima. ¿No dijo Cristo: “a los pobres siempre los tendréis con vosotros”? Pues era mientras ungían su cabeza con una esencia de nardo carísima (el sueldo anual de un obrero) ante la indignación demagógica de Judas que no pudo entender… que un día es un día.
