jueves 21 noviembre 2024
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Un hombre con muy buen corazón, es llamado por el Señor, antes de tiempo

Cuando me siento delante del ordenador, lo hago tras despertarme de una pesadilla, pero esta vez, no fue un mal sueño, ha sido una realidad, que nunca olvidaremos.

¿Qué necesidad le habrá surgido al Señor allá arriba, para llamar con sólo 46 años, a este hombre, este joven, este esposo, padre, hijo, hermano, amigo y compañero, de extraordinario corazón? Alguna, y muy buena tiene que tener, seguro.

En 24 horas, ha cambiado la vida, no sólo de su familia, sino de todos sus amigos. El silencio, el respeto, la incredulidad que se sintieron al comunicar el repentino y cruel desenlace, se respiraron en el velatorio, el entierro y hasta el último momento en el que su cuerpo estuvo con nosotros.

Juan Antonio Sánchez del Río, una persona que lo tuvo todo, pero a base de amor de sus padres y familia, primero; y de su mujer e hijos, después. Todo lo que consiguió, lo obtuvo por su dedicación, sus esfuerzos, empeños y energía por vivir y superar las adversidades que se encontró, que fueron muchas. No fue fácil, pero él siempre encontraba una solución, con la ayuda de los que le quieren, con la de su buen corazón y la fe que tuvo.

¡Y qué decirles a su desconsolada familia! Que él, allá arriba, estará vigilante de nuestros pasos, y no quiere veros tristes. Quiere que le recordéis como era, y que os comportéis como a él siempre le gustaba.

A sus hijos, Dani y Laura, que ayuden a su madre, que son el recuerdo vivo que deja aquí entre nosotros. Que sigan sus pasos: con amor, buena voluntad, compañerismo… se consigue todo en esta vida.

A sus padres, ¡qué le transmite uno a sus padres! Es cierto, lamentablemente, lo que me habían dicho en teoría, pero nunca lo había percibido en la práctica: no hay nada peor, que a un padre se le muera un hijo.

Aunque esta familia, ya ha padecido estos desenlaces, seguramente, el hijo que se fue antes de tiempo, el sobrino al que todos adoramos, habrá sido el primero que haya recibido a su tío, Juan Antonio, al que tanto quería a ese angelito del Cielo.

A sus amigos, ¡qué ejemplo disteis esas últimas horas de vida, y en las primeras de su nueva vida; no por compromiso, sino por estar con él, como él siempre estuvo, cuando se le necesitaba, aunque no se le pidiera. Porque Juan Antonio, es de las personas que da sin querer nada a cambio. Todo lo que tenía de grande, lo tenía de bueno.

Para quienes no lo conocieran, decirles que fue un gran trabajador, honrado, sintiendo que la empresa era como suya, dándolo todo y más. Si fuera militar, como su tío, hubiera conseguido la Medalla de Mérito al Trabajo, porque era un trabajador incansable, siempre con buenas prácticas, con buena intención. Si el mundo tuviera a gente como él, esta crisis no hubiera ocurrido.

Como hijo y hermano, su familia, siempre fue lo primero. El hogar de sus padres, su punto de recogida o partida, donde él iba para ofrecerle a sus padres la sonrisa de la vida, del agradecimiento, por haberle dado la vida y ayudado siempre. Y con sus hermanos, siempre atento en todo lo que necesitaban.

Un padre, que tenía locos a sus hijos, siempre con ellos, a todos sitios, todo su tiempo libre… Y un esposo, que dio todo por su mujer, Carmen, con quien vivía un amor perfecto, ideal, sin ninguna fisura… Pero tan grande era su corazón, que un día le jugó una mala jugada, y 24 horas después, se lo llevó al Cielo, aunque su corazón está aquí, entre nosotros, porque su mujer (¡qué fuerte es, qué entereza, qué amor!), sus hijos, sus padres, sus hermanos, sus amigos, siempre lo van a tener presente.

Y a ti Juan Antonio, como leerás estas palabras por Internet, que cojas tus herramientas, y arregles allá en el Cielo estas cosas, esa puerta de entrada que alguien se dejó abierta sin querer, para que no le vuelva a pasar a nadie lo que a ti. Y que se lo digas a Madre Carmen, Santa Eufemia, al Señor del Mayor Dolor, a la Virgen del Socorro y a la de Gracia, para que te ayuden, y a ese angelito que te esperaba en tu entrada. Y que nos esperes y nos sigas dando tu corazón, para sentirte aquí abajo, porque como dijiste en esta Nochevieja: «Y que el año que viene, estemos los mismos y, si pueden ser más, mejor».

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