Hartos de hacerlo con las personas de la más variopinta clase y condición, se está pensando, este rumor circula con no poca sorna por nuestras calles, que la cabra es la digna sucesora del homenaje popular. Ese mamífero rumiante doméstico está a un paso de elevar su categoría por encima de su especie. ¿A qué será debido? ¿A sus ubres llenas que le dificultan el paso o a su comparación continua con las mentes más ligeras?
Estar como una cabra, además de ser una expresión bastante común está bien generalizada y factible de aplicar a un colectivo numeroso. Sinceramente no logro establecer esa comparación con propiedad, máxime cuando veo los rebaños de estos animales sumisos, guiados por el pastor o el perro, pastorear por los campos.
Algo debe de haber en común, y ello debe ser motivo suficiente para erigirle un monumento. No sé si ya se habrá pensado en el escultor, no puede ser cualquiera, esos cuernos huecos han de dar sensación de ligereza. ¿Y el material? Tendrá que admitir diversas tonalidades porque su pelo puede llegar a ser casi rojizo. Y lo mejor de todo, su ubicación, todas las calles y plazas de esta ciudad estarán deseosas de tener la cabra entre sus vecinos. Porque el dinero no es lo que preocupa, total, unos milloncillos más da lo mismo, casi nada, comparados con la importancia de poner a la cabra en el lugar que le corresponde. ¿De dónde habrá partido la idea? De alguien que tiene poco que pensar y hacer, y ninguna preocupación por los problemas actuales. Menos mal que tiene poco margen de acción en el Gobierno Municipal, porque lo poquillo que hay en el cajón se lo llevaba la cabra enterito. ¡Tiempos difíciles nos invaden! El disparate lo hemos acogido con generosidad.