El 8 de Marzo el calendario cristiano nos remite a San Juan de Dios. Y he descubierto de pura casualidad, que esta fecha es aniversario de su nacimiento y muerte. Además, lleva el nombre de Caridad con mayúscula. Nadie como él supo entender y tratar con dignidad la vejez y enfermad. Sus últimos quince años entregados a la pasión por mejorar las condiciones humanas, revolucionaron los valores cristianos. Las vicisitudes a lo largo de su vida, desde su nacimiento en un pueblo portugués, hasta su asentamiento en Granada donde abre una pequeña librería, sin olvidar que fue soldado para el emperador Carlos V, lo convierte en un hombre inquieto, buscador de su propio camino y temeroso, no del castigo divino, sino de encontrar el sitio en el mundo que más agradara a Dios.
Cree hallarlo después de escuchar a San Juan de Ávila. El mensaje de entrega cala en su corazón y busca el amparo de la virgen en el monasterio de Guadalupe. Vuelve a Granada. Trae unidas la caridad y esperanza, que como dice nuestro querido Martín Descalzo “es la cadena de eslabones por la que caminamos hacia la eternidad”. San Juan de Dios se encuentra a sí mismo. Su felicidad terrenal comienza a tejer eslabones de misericordia, ánimo, ayuda, y sobre todo de amor. Cada vez que cuida a un enfermo, acaricia a un pobre, lava a un mendigo, encuentra su gozo de vivir. Cada enfermo que acude a él, es una prueba que lo fortalece , ejemplo para sus seguidores y una nueva semilla para extender su hospitalidad por muchos lugares, en la actualidad están sus hermanos presentes en los cinco continentes.
En su Granada adoptiva que tanto ama, encuentra la primera casa de acogida en calle Lucena, no permanece mucho tiempo allí, sus obras de caridad se propagan como manchas de aceite que se extienden con rapidez y entusiasmo.Han pasado cinco siglos y la historia viene repitiéndose, ejemplarizante, humana, caritativa, tal como la concibió su fundador. Hoy sus hermanos, son fieles continuadores de su gran labor. Tenemos la inmensa suerte de contar con ellos en nuestra ciudad. Del cariño de su orden, su buen hacer y la gratitud por la atención que le dedican a nuestros ancianos. Gracias al esfuerzo de estos hermanos que pasan su vida multiplicando los panes y los peces porque los mayores de una sociedad, donde comienzan a estorbar, los necesitan.