Decía San Agustín que el mundo es como un libro y que las personas que no viajaban únicamente podrían leer una de sus páginas.Viajes que tienen como inicio los momentos de inquietud ante lo desconocido y las experiencias por vivir que siempre acaban con melancolía y el sabor de los recuerdos. Son las premisas que siempre se cumplen en quienes, desde los últimos años, acuden a nuestra ciudad y a un paraje tan singular como el Torcal de Antequera.
Alma fuerte, poeta y periodista argentino escribía que “toda ciudad y su entorno, es semejante a un anciano, llena de recuerdos y cicatrices”. La milenaria Antequera tiene sus calles y rincones repletos de costuras, y eso generará aun más visitas si las cosas se siguen haciendo bien. Parece importante no quedar impasibles,pues es justamente ahora el momento de canalizar un turismo sostenible donde no dejen de estar en consonancia los intereses sociales, económicos y ecológicos.
Cada día es más necesario asumir que el problema no es crecer económicamente sino hacerlo sin tener en cuenta el enorme impacto de nuestras actividades en el ecosistema urbano y natural que rodea a una ciudad como la nuestracon el maravilloso paisaje kárstico que la precede por el sur.
Nacemos libres, aunque encadenados, pero todos con un libro abierto a nuestros ojos llamado Naturaleza, decía ya en el siglo XVIII el ginebrino Rousseau, el mismo que diera un giro copernicano a los métodos de enseñanza centrándolos en los verdaderos protagonistas de la educación: los niños.
Es tiempo de reflexión y a la vez de exigir a los que tienen competencias en ello, que asuntos como la masificación y la falta de control en El Torcal, no acaben por dañar sus singularidad geológica, su flora o su fauna. Nunca es tarde para el previsor…