Desde luego que Pablo Iglesias ha conseguido lo que se proponía, que se hablara de él; le es indiferente que lo asocien a la república bolivariana de Nicolás Maduro, que lo acojan en Europa con frialdad, se deja querer por Izquierda Unida y el sector menos moderado del PSOE y se crece ante la enorme difusión que se hace de su persona e ideas. Quizá sea el mayor entretenimiento de los medios de comunicación que están creando a un líder discutido y discutible. Si nació con el movimiento 15M, el fracaso del bipartidismo en las europeas le ha dado alas para volar muy alto. Todos los grupos lo miran con una rara combinación de estupor, valentía y preocupación. Su ideología hace pupa a todos, arrasa con la frescura de la juventud y canaliza el fracaso de los principales partidos que no tienen coraje suficiente para expulsar de sus filas a los corruptos. En ese caldo de cultivo se mueve como pez en el agua. No hay trabajo para los jóvenes mientras los de arriba se llevan todo lo que pasa por delante de sus ojos, que no es poco. Obviamente, aún le queda por llegar, si lo consigue, al poder y puede que su manera de actuar sea muy diferente. Todos, sin excepción, cambian, se van separando de la realidad que han tenido que tener tan presente hasta que aúpan y se asientan en una nube donde sólo son capaces de admitir a unos cuantos de sus adláteres.