El Sol de Antequera, como el sol que sale todos los días por detrás de la Peña de los Enamorados, y que tan bien glosara Juan Alcaide de la Vega en los actos del 75 aniversario del nacimiento del periódico, allá por 1993, está íntimamente vinculado a la figura de Ángel Guerrero Fernández (Antequera, 1940-2016). Como el dicho “Salga el Sol por Antequera y póngase por donde quiera”, El Sol de Antequera siempre sale a la calle cada semana, fiel a su cita con los antequeranos, y de manera prácticamente ininterrumpida desde 1918.
A punto ya de celebrarse su primer centenario de vida. Todo un récord para un periódico, todo un éxito del periodismo local, toda una proeza de sus artífices, y todo un valor para una ciudad. Para ese centenario que se aproxima trabajaba incansable, como siempre, Ángel Guerrero, cuando la muerte le ha salido al paso, truncando, como hace la parca, los proyectos y las ilusiones de quien ha dirigido su destino desde 1982.
Recibo con pesar la noticia de su fallecimiento, porque con él Antequera pierde a uno de sus hijos más predilectos, porque su pérdida lo es también para todo el periodismo malagueño, y porque siempre había estimado su preclara vocación periodística y su entregada dedicación a una de las profesiones más nobles e importantes que existen. Luchando contra viento y marea por la supervivencia y el mantenimiento del semanario El Sol de Antequera, con una pasión que ha sabido transmitir a sus hijos, sus mejores colaboradores en las tareas periodísticas.
Tuve la suerte de conocer personalmente a Ángel Guerrero en 2004, con ocasión de un acto de defensa de la libertad de expresión celebrado en Antequera, y tuve además el honor de recibir de su mano una placa dedicada de El Sol de Antequera, que conservo con aprecio y cariño. Recuerdo la satisfacción que le producía contar con mi presencia en aquel acto como decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga. Pero para mí era todo un honor estar allí y poder comprobar la gran personalidad de Ángel Guerrero, y el enorme papel que estaba haciendo por mantener viva la historia de El Sol de Antequera, y con ello la de todo el periodismo antequerano, al que dedicaba su vida.
Vinculado desde 1975 como redactor jefe, en una época de recesión del periodismo antequerano, en la que peligraba la supervivencia del viejo rotativo, él supo a lo largo de estos años recuperar el brío del periodismo local, profesionalizarlo y modernizarlo. Mostrando a la ciudad de Antequera y a toda su comarca que el periodismo local es una necesidad, que hay que cuidar y defender, porque cumple una función social de incalculable valor.