La jornada del 1 de octubre ha pasado a la historia de España por la actuación desproporcionada, indignante, agresiva, repugnante…de una ciudadanía que ha reventado el Estado de Derecho. Ya no puede caber más pasividad; los acontecimientos que todos hemos podido ver no pueden pasar por alto sin que sobre sus responsables caiga todo el peso de la ley. Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y toda la tropa, con la que se presenta ante las pantallas de televisión, son un grupo de delincuentes que deberían ya estar descansado en alguna de las cárceles españolas.
Ya no cabe diálogo. No cabe conversación con los que hacen continuos escraches. Es inadmisible que se planteen hablar con los que no entienden más que de agresividad en las calles. La Policía Nacional y la Guardia Civil tuvo un comportamiento ejemplar. Soportaron insultos, escupitajos, golpes y pedradas de una muchedumbre dislocada, repleta de activistas que la televisión nos ha vendido como demócratas. Lo que llamaban `mano dura´ es lo que toca ahora. Ningunear a la Policía tratarlos peor que a los perros y echarlos de los Hoteles no puede caer en el olvido. Hay que depurar responsabilidades. Ellos estaban haciendo su trabajo y cumpliendo órdenes para un referéndum que no tenía cabida celebrarse.
Al presidente del Gobierno no le puede temblar más el pulso. A Mariano Rajoy le ha venido grande este embate, pero los españoles-amparados bajo nuestro texto constitucional-no podemos permitir una continua sedición que venimos padeciendo desde el 6 de septiembre. Hay que aplicar el artículo 155. Hay que inhabilitar a la cúpula de los Mossos. El Major se ha convertido en otro delincuente y ha convertido a su policía en un cuerpo de policía política. Es vomitivo ver el pasotismo de algunos mossos a la puerta de los espacios que habilitaron para hacer un circo con papeletas.
Esperemos que con este ataque a nuestra Constitución, a nuestra bandera y a nosotros mismos –por una minoría que quiere imponerse a una mayoría– nos sirva para que elevemos nuestro amor por el Estado español que nos apoya y nos defiende, y que no puede plegarse a las ideas de unos iluminados que quieren convertir las calles de Cataluña en un Polvorín al que acudan voces internacionales. ¡Hasta ahí podíamos llegar!