Ver siempre la botella medio vacía en lugar de considerar que disponemos de agua suficiente fue siempre la nota característica de la clase política española. Ahora bien, el fuego cruzado de este mes de agosto entre unos y otros dirigentes de los partidos mayoritarios (con sueldos asegurados y buenas vacaciones) ha puesto los pelos como escarpias a las gentes de Castilla y León, Extremadura y Galicia. Ha dejado un panorama, como ya ocurrió con la DANA en Valencia, en el que se asume que en España no se toman responsabilidades; que tras los desastres vienen días y semanas para insultos que cierran de inmediato el capítulo con el silencio y el olvido.
Con un año de muchas lluvias era de esperar que tras semanas y meses de sequía los campos se llenaran de hojas y de mucho matorral bajo y rastrojos que pudieran estallar con la más mínima chispa. A ello, nada viene siendo una novedad, hay que sumar los pirómanos que provocan incendios devastadores por todo el territorio español y que son conscientes que la condena que les puede caer es subir el momento acompañando a los cuerpos y fuerzas de seguridad para indicarles donde provocaron el fuego.
Todo cuanto se sabía que podía pasar, que viene pasando otros años y que volverá a pasar puso de relieve que no hay políticas de Estado serias y que por el camino se pierden las inversiones. Los desastres de la DANA siguen arrojando la desvergüenza de proyectos guardados en el cajón que de haberse llevado a cabo no hubieran dejado ese balance de muertos y esas pérdidas millonarias en la zona de Valencia.
Los fuegos de este verano sacan a la luz los sueldos míseros de los bomberos forestales, ponen en el escenario a héroes que trabajan desde el aire jugándose la vida cada segundo y colocan en las primeras filas a cientos y cientos de voluntarios conocedores del campo que con sus tractores y su maquinaria arrojaron una enorme valentía para que no se les quemara el ganado y pudieran mantener su vivienda. Frente a ellos, como respuesta de la clase política, los insultos, descalificaciones y, sobre todo, el bombazo del Pacto de Estado para acabar con el descontrol de los fuegos.
Con casi 400.000 hectáreas, siete víctimas mortales, decenas de miles de evacuados y hogares calcinados la respuesta debiera ser desde hace ya días inmediata de cara al próximo verano, pero nada cambiará. Los bomberos seguirán siendo fijos discontinuos, se pedirán voluntarios ante la escasez de personal, no apagaremos los fuegos del verano próximo pues seguiremos sin hacer cortafuegos y se dará continuidad a la despoblación del campo, cada vez más abandonado, para seguir engordando las arcas con los precios desorbitados de las grandes urbes ante la invasión desmedida de un capitalismo brutal.
Menos mal que Zapatero apostó y defendió a capa y espada la creación de la UME. Sánchez se encuentra preparando el posado con Puigdemont luego de la actuación como telonero del bufón de Salvador Illa. Ya lo dijeron: otros vendrán que bueno te harán.