viernes 22 noviembre 2024
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Vinieron las lluvias

Hará unas tres semanas, la sequía nos tenía con el agua al cuello; hoy, los acuíferos se recuperan algo y el “nacimiento” sale ya por su pie: Quiere esto decir que nuestro embalse particular (el Torcal) está, a Dios gracias, lleno a rebosar. Como ocurrió otras tantas veces: salvados por la campana. Enhorabuena a todos.
 
  Sólo hace esos mismos días, un físico de la Universidad de Granada comparaba la corteza terrestre más superficial (los primeros quinientos metros), con un papel secante: Si estuviera bien empapado –decía inclinando la mesa– bosaría por los manantiales. Hoy no quedan manantiales, o apenas; de hecho somos la última generación que bebió en el campo viendo manar el agua entre las rocas. Hasta en el Valle de Abdalajís (“valle de los manantiales”), se acabó esa alegría: el AVE vació “la madre”, que es como llaman allí a la gran balsa de agua que contenía su sierra. A saber si podrá reponerse.
 
  Es duro oír decir a un labrador antequerano: “es que no hay madre” para explicar el estrés hídrico al que el olivar de secano ha estado sometido en todo este largo ciclo de sequía. Menos poéticamente, el físico granadino decía que, cuando se bombea más agua de la que cae, el secante se seca (antes, se saliniza). Una verdad de Perogrullo. ¿Cuál es la solución: sondear más y más hondo? Lo que está claro es que nos vamos a tener que ir convenciendo de que no hay más agua que la que llueve. Añado una postdata: Si va usted uno de estos días al nacimiento, mejor que deje el coche en el desvío; pues, con la estrechez y el reasfaltado (y su escalón consiguiente), lo va a tener difícil si viene otro coche en sentido contrario ¿No habrá una solución? 
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