Sin lugar a dudas. ¿Y dónde se encuentra ese lugar? Buscaremos sin descanso hasta encontrarlo. Los interrogantes que nos envuelven se transforman últimamente en nefastas coincidencias.
No soy el cartero de Pablo Neruda, y tampoco me gusta llamar dos veces, pero soy testigo de la historia que transcurre, que existe, que es real, que llueve y nos moja, pero no a todos por igual.
Creíamos despertarnos con las alas puestas y aún debemos esperar más y más.
Paciencia desgastada del uso, con coderas, parches y rozaduras que no se pueden encubrir por más tiempo.
No tengo suelas en mis zapatos para caminar otro trecho. Me duele la vida cuando veo, cuando oigo, cuando toco.
La mujer de la esquina vende flores sin ser My Fair Lady, el hombre del kiosco nos traspasa la actualidad escrita. Vocea mercados y saraos. Photoshop empapelado lleno de cifras y letras. Las cifras en rojo, las letras negras, cansadas de tinta y tintes. Borrosos signos que se asoman a los barandillas de Europa para saludar en alemán.
Ruda, desapacible la prima de riesgo, demasiado. Precios en los que le va a uno la vida, la casa, la mente, el lugar que nos ha correspondido en el mundo, la ventana que, desde la calle, nos ha visto crecer, el balcón a los que asomamos los sueños y desde el que cantamos a la luna baladas inéditas para oídos imaginarios.
Sabemos lo que sabemos, en nuestras carnes habita.
Puertas abiertas que no existen. Tapiadas callan, enmudecen. Voces que no valen nada, votos que valen menos.
Una nube de humo, o una cortina de confianza, ambiciona atraparnos. ¿Confianza? ¿Qué es eso? Diccionario en mano, oso buscarla, más me detengo. El significado lo han voceado los de arriba, lo que llevan barbas o bigote. Las mujeres que se enfundan vestidos de unos cientos de euros pero dicen ser austeras. ¿Lo ven?, ¿lo escuchan? Voces.