En nuestro país, se encuentra demasiado asumido que la salud del sector de la construcción es un directo termómetro del estado del conjunto de la economía. De este modo, ni el IPC, ni el porcentual de crecimiento económico, ni siquiera, la evolución del número de parados: El indicador más fiable es, para muchos, es el número de grúas que encontramos paseando por nuestras calles.
Y, en Antequera, ahora empezamos a ver más, porque el sector de la construcción está comenzando a remontar muy lentamente: se nota el firme y sosegado avance también en el número de proyectos visados, en el número de licencias otorgadas y en las hipotecas concedidas.
Ahora que manejamos el excelente dato de que el cambio de tendencia se ha producido, es el momento de ser más astutos de lo que hace no muchos años fuimos y construir con racionalidad, orden y una visión más allá de la meramente cortoplacista. Por muy duro que haya sido el calvario del que comenzamos a salir, intentar hacerlo más atropelladamente de lo debido será un raquítico pan hoy que mañana tornará, de nuevo, en hambre.
En muchos aspectos, estamos reforzados. Nuestra gestión del patrimonio, nuestro planteamiento turístico y hostelero, la accesibilidad de nuestra ciudad y el control disciplinario son, tras esta brutal crisis, terrenos donde hemos avanzado increíblemente.
El reto estriba, además de en corregir las deficiencias que restan, en mantener la cordura y racionalidad que, por ahora, seguimos manteniendo, cuando ya no nos venga impuesto por la carestía económica. Es lo que debemos también pensar al contemplarlas: Vuelven las grúas, utilicémoslas bien.
