Las galas de Prolibertas. Creo que se han cumplido los objetivos marcados y todos los voluntarios están felices porque saben que el esfuerzo merece la recompensa. Las personas congregadas en el Hotel Golf pudieron disfrutar de un ambiente, relajado, divertido, y sobre todo, solidario, que era el fin primordial que se pretendía. La organización pensó de la mejor manera y con buena voluntad, quienes ocuparían cada mesa buscando siempre agradar a todos, pero cada asistente es libre de pensar como le plazca y sólo es capaz de ver los toros en su propia barrera. También es cierto que el murmullo no cesaba y junto con la megafonía, que no es precisamente el plato fuerte, en algunos momentos la sala se parecía a un loquerío, concepto que define con acierto Vargas Llosa. Hubo quien aprovechó cada segundo con vistas a la próxima campaña electoral, quien manifestó públicamente su desacuerdo con esta actuación, y quien prefirió mantenerse en un segundo plano. Pero ya se sabe que entre políticos anda el juego, y cada uno marca sus propias diferencias a la hora de actuar.
Cuando la fiesta da los últimos coletazos, el comedor vuelve a su orden habitual y, apenas quedamos unos cuantos recordando por encima lo que ha deparado el día. Anotamos en la mente los posibles fallos que puedan ser objeto de mejora, repasamos si algo importante se nos olvida, como el saludo a todos los asistentes, y nos hacemos propósito de enmendarlo.
Pero sabemos todos los voluntarios que hemos intentado dar lo mejor de nosotros mismos y que nos mueve ayudar un poco a aquellos que tanto lo necesitan. Siempre tenemos que aprender a hacerlo mejor y con mayor eficiencia y reconocemos nuestro agradecimiento a esta ciudad que nos acompaña en nuestras ilusiones y proyectos.
