jueves 21 noviembre 2024
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28 de diciembre, Domingo de la Sagrada Familia

Primera lectura: Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
Salmo responsorial: Salmo 127. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Segunda lectura: Colosenses 3,12-21
Evangelio: Lucas 2, 22-40

El domingo de la Octava de Navidad siempre se dedica a contemplar una realidad muy presente en estas fiestas, es el domingo de la Sagrada Familia. En medio del «descontrol» de las fiestas navideñas, la Iglesia quiere acercarse a la realidad donde nace, crece y se educa el Señor, al hogar de Nazaret. Allí de la mano de José y María es donde Jesús vive su proceso de humanización, es donde descubre lo que significa en profundidad ser hombre. Porque lo primero que es siempre la familia, o al menos debería serlo, es una verdadera escuela de humanidad.
 
Como a esta familia le ponemos el apelativo de «Sagrada», podemos creernos que lo tuvieron mucho más fácil que nosotros y la mayoría de nuestras familias. Yo pienso que no fue del todo así. Ellos vivieron en Dios y desde Dios muchas cosas, pero no quitó un ápice de dureza en muchos momentos de su vivir. Los evangelios no son muy explícitos a la hora de informarnos, pero pensemos que nos hablan esas dificultades, como por ejemplo al referirse al nacimiento de Jesús, que ocurre fuera de su hogar, en Belén. O el tener que emigrar a Egipto a causa de la matanza de los inocentes.
 
Pero comprobamos que de nuevo hoy no son buenos tiempos para la familia. La «dichosa» crisis ha vuelto meter la luz sobre la gran olvidada de nuestra sociedad, porque la familia es una realidad que, por desgracia, pone de acuerdos a todos los políticos, a los que están, a los que estuvieron y a los que tienen muchas ganas de poder estar: todos, al llegar al gobierno se olvidan de trabajar en serio por la familia, por las necesarias condiciones para su vida. Se olvidan de trabajar en justicia por esta célula básica de nuestra sociedad. Pero ante esta dura realidad, ¿qué podemos hacer? Mirar un poco a nuestro alrededor y seguir leyendo los signos de los tiempos. 
 
Ante estos problemas, podemos observar que siempre aparece la SOLIDARIDAD, esa gran red social, que no está en internet sino en nuestras casas, en nuestros barrios, en nuestros pueblos.
 Si esa solidaridad que hace que los hijos desahuciados puedan sobrevivir en la casa de los abuelos con su pequeña pensión; o esos vecinos cercanos, que  aunque no haya lazos de sangre, hace que estemos pendientes de esa abuela que vive sola, de esa familia que su economía está más «achuchada», de quien necesita de nosotros. Gracias a Dios esa cercanía del amor, del preocuparnos por el otro que nace de nuestra fe no se ha apagado. Y vemos que no es algo solo de este tiempo que parece que es el tiempo de la solidaridad oficial. Las necesidades van más allá de estos días de Navidad.
 
Como este es el último domingo del año, y estamos ya a las puertas del año nuevo permitidme terminar esta reflexión  también con  mis deseos e ilusiones cara al 2015 que ya llega a nuestras vidas. 
En clave de familia, mi deseo, mi petición al Señor es que Él nos ilumine a todos: a cada uno de nosotros, a la sociedad civil, a nuestros dirigentes políticos. La democracia es el sistema político que nos garantiza la participación, que todos caminamos buscando el bien común de todos. Y eso es lo que yo le pido al Señor para el año nuevo, que con varias e importantes elecciones ponen esta cuestión en primera plana.
 
Que nuestros políticos pasen del cálculo electoral de ver como poder renovar su «sillón», o el poder llegar a él cuando están en la oposición, al final de cada legislatura, y afronten de una vez los retos que se nos plantean a nivel no de un año o del corto plazo, sino que afectan al futuro de las próximas generaciones, como por ejemplo: en todo lo referido al trabajo digno y a superar el paro, el dar seriedad y tranquilidad al tema de la educación, o de asegurar la convivencia de nuestro país, en lugar de estar pendientes de los dimes y diretes de unos y otros. 
 
Así supieron hacerlo hace casi cuatro décadas, cuando nuestro país recuperó la democracia, durante la Transición. Y posiblemente sea una actitud muy necesaria en estos tiempos de turbulencias e incertidumbres. Eso haría realidad ese deseo que todos intercambiamos en estos días de feliz año nuevo. Ojalá el Señor nos ayude a trabajar en ello, en hacer un año verdaderamente bueno para todos.
 
padre Juan Manuel Ortiz Palomo 
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