Celebramos el domingo XXXI del tiempo ordinario. Irremisiblemente caminamos a velocidad de vértigo al tiempo de Adviento. Pero mientras llega, seguimos la subida hacia Jerusalén. Sería en Jericó, donde se produjo la escena que hoy proclamamos. Encaja perfectamente en las preocupaciones teológicas del evangelista Lucas.
El evangelista nos insiste una vez más su tesis: los publicanos son los privilegiados del amor del Padre y de la acción salvadora de Jesús. A Jesús le encuentra el que busca sinceramente y con verdad de corazón por delante. Zaqueo, es un jefe de publicanos. En Jericó había muchos publicanos porque era una ciudad fronteriza en la que existía una aduana como en Cafarnaúm.
Esto explica históricamente la presencia de un jefe de publicanos allí, lo cual hace muy real la escena. Este personaje quiere ver a Jesús. Zaqueo es un buscador, porque necesita soluciones a su inquietad interior. Pertenece a los que son atraídos por la pregunta, insistente en el relato evangélico, ¿quién es realmente Jesús? Zaqueo tiene dificultades para poder ver a Jesús.
El relato indica la causa: porque era bajo de estatura. Un detalle de adorno en la narración que la hace más atractiva. Y corre a buscar la solución se sube a una higuera. (¿Realidad, imagen, símbolo?). Una escena sumamente simple en sus rasgos y elementos, pero sobrecogedora en su contenido. Zaqueo es un modelo de perseverancia en la búsqueda.
En nuestro mundo, el hombre, quizá excesivamente rodeado de elementos exteriores a la intimidad de la persona, puede vivir o tener la tentación de vivir excesivamente ahogado y atrapado por tantas ofertas y tantas cosas. Pero la respuesta a la intimidad del hombre está en otra parte y es necesario buscar sin descanso. Zaqueo forma parte de los que experimentan la alegría de la salvación que ofrece Jesús.
En este plano el relato de Lucas es un modelo ejemplar. El narrador tiene especial cuidado en resaltar este detalle narrativo que lleva una fuerte carga emotiva y teológica. Jesús va rodeado de la gente y, en principio, parece que podría pasar de largo aclamado por la multitud. Pero no fue así, el narrador ha querido reflejar expresamente que no fue así. Jesús fija la atención en aquel hombre bajo de estatura y además jefe de publicanos; este rasgo del comportamiento de Jesús ya es significativo por sí mismo y viene a sumarse a su modo habitual de proceder.
Es un maestro nuevo, un maestro que habla y actúa con autoridad y con sorprendente novedad. Y lo llama por su nombre propio. Para Jesús cada persona es un valor en sí mismo y tiene nombre propio. Lo sorprendente para los acompañantes de Jesús es la decisión de Jesús de hospedarse en su casa. Una vez más aparece la práctica de Jesús de la mesa abierta y acogedora.
Jesús ya había practicado esta fórmula con los publicanos y pecadores. Y de nuevo la misma experiencia: Zaqueo lo recibe muy contento. Diríamos en lenguaje familiar que Zaqueo no esperaba tanto. Él sólo quería ver a Jesús cuando pasase por delante. Es demasiado para él la reacción de Jesús. ¡Así es Jesús y así es su Evangelio y su talante! El encuentro con la salvación siempre produce alegría profunda y desbordante: lo recibió muy contento.
Y Jesús provoca siempre un cambio en lo hondo del corazón del hombre: estoy dispuesto a restituir, proclama Zaqueo, a quien haya defraudado (¡incluso cuatro veces más!). Ha descubierto que Jesús viene a predicar la felicidad del hombre en la realización de un proyecto de justicia y misericordia según la voluntad de Dios. Zaqueo se ha tomado muy en serio el encuentro con Jesús porque ha supuesto su liberación más honda.
Hoy como ayer, Zaqueo sigue siendo un modelo de cómo actúa Dios en su gratuidad y cómo deben responder los hombres en su coherencia al don. El paso de Jesús por este mundo debe significar un cambio profundo de estructuras: Zaqueo estaba acostumbrado a defraudar y retener para él lo que no era suyo. El encuentro con Jesús le descubre la verdad de su corazón y la verdad de las cosas. ¡Cuánto Zaqueo existen en el mundo actual! y ¡Cuanta necesitad tiene el mundo del encuentro con Jesús!
padre carmelita Antonio Jiménez