Celebramos un año más que Dios se hace hombre para quedarse con nosotros en la santa Navidad. En estas fechas debemos mirar a nuestro alrededor con más intensidad y descubrir con dolor que muchos seres humanos se preguntan hoy si Dios ya se cansó del hombre, si regresó a su cielo o si decidió quedarse encerrado en nuestras sacristías para no comprometerse con el sufrimiento del exterior.
Para numerosas personas hoy les resulta muy difícil decir: ¡Feliz Navidad! Tienen serias dificultades para descubrir la presencia de Dios en medio de nosotros, para sentir cómo su luz nos ilumina y su palabra salvadora nos libera y cambia nuestra historia y sus estructuras sociopolíticas, plagadas en muchas ocasiones de corrupción e injusticia. Gente con rostro, que desgraciadamente muchos de ellos, viven en situación de exclusión social, de manera dramática y sangrienta, en la aldea global que pretendía ser nuestro mundo, cada vez más aislado y egoísta.
Pero no os asustéis, Dios no se ha escapado, ni se ha encerrado en nuestras iglesias. Dios sigue en nosotros, sí; en ti, en mí y en todos aquellos que seguimos soñando y luchando con un reino distinto al presente. Un mundo donde tienen cabida todos los seres humanos, especialmente los pecadores, los pobres, los mal vistos, las víctimas de la marginación… Dios es y está, no lo olvidemos en esta Navidad, especialmente en los pobres de las periferias existenciales.
Sí, queridos amigos: ¡Feliz Navidad a todos!, aunque el portal de Belén siga embargado en muchos lugares del planeta. ¡Feliz Navidad!, aunque el cartero siga trayendo ordenes de desahucio del banco. ¡Feliz Navidad!, aunque el pobre y bueno de José tenga que cerrar la carpintería por impago a proveedores. ¡Feliz Navidad!, aunque la compañía eléctrica, de telefonía o gas natural amenacen nuevamente con cortar el suministro. ¡Feliz Navidad!, en medio de este panorama social, político y económico, angustioso, indigno, inmoral, injusto y contra derecho para muchos jóvenes y no tan jóvenes.
Los negros y densos nubarrones siguen presentes, amenazando y arrastrando a mucha gente al abismo. Desgraciadamente aún no atisbo a ver los brotes verdes de la “falaz lechuga”, por más que nos lo anuncien. Quizá con los años me esté volviendo daltónico. Muy posiblemente la recuperación económica, con su paz, bienestar y seguridad esté llegando a este país. Sí, pero creo que a hogares equivocados. Espero que ni la lotería, ni los Reyes Magos se equivoquen también de domicilios.
¡Feliz Navidad a todos!, a pesar de que el Herodes de turno siga persiguiendo a la Sagrada Familia para robarles los últimos óbolos que María esconde en un pañuelo, amarrado a modo de portamonedas Cristian Dior. En un momento de la historia Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret. Hoy sólo puede hacerse carne en cada uno de nosotros. Todo esto será posible si tú y yo nos hacemos presentes y cercanos con quienes sufren. Una presencia que transmita misericordia, perdón, cariño desinteresado, esperanza y amor.
El desafío para los cristianos no es celebrar la Navidad, ya lo hacemos a nuestra manera, sino el reto es que nosotros debemos ser Navidad para los demás. Debemos ser signos palpables de la presencia de Dios en muchos de quienes viven marginados, excluidos y abandonados por todos. Sólo a través de nosotros la humanidad podrá experimentar la cercanía sensible de un Dios que camina con nosotros en cada rincón del mundo, en cada periferia existencial, en toda situación humana.
Celebrar la fiesta de la Navidad es importante, pero secundario. Lo importante es ser Navidad, ahí donde Dios resulta invisible. ¡Feliz Navidad! es iluminar la vida con la luz de la justicia de Dios.
padre Antonio Ramos Ayala