Ya estamos en el ecuador de nuestro verano y ¡qué fuerte ha llegado este año! El calor es en muchas ocasiones insoportable y obliga a tener que instalar los aires acondicionados en nuestras casas y a no salir hasta el atardecer o bien entrada la noche para ver si refresca algo más.
Y este calor nos vuelve un poco “majaretas” y hace que cambiemos nuestros hábitos e incluso que se nos olviden cosas de nuestro día a día. ¡Pues yo he encontrado una solución para combatir el calor!
Os cuento: en cualquier localidad de España y más concretamente en la nuestra, Antequera, existen unos edificios a los que podemos entrar libremente, donde la altura y amplitud de sus techos y paredes hace que en su interior se disfrute de una temperatura más que agradable. Así, al poder volver a nuestro “hábitat de temperatura natural”, podremos volver a recordar esas cosas que olvidamos por efecto del calor, como, por ejemplo, la oración.
Atrás han quedado los exámenes de febrero o junio, aquel familiar enfermo o aquella intención por la que nos acordábamos de rezar, aquel profesor que en la clase de su colegio religioso comenzaba la mañana con una reflexión u oración… Ahora, esos hábitos los hemos aparcado y poco nos acordamos de esas buenas costumbres. ¡Incluso, hasta en las misas parroquiales, se han perdido durante el verano esos niños que venían y alegraban nuestras misas, animándose a cantar con el que tocaba la guitarra! ¿Y qué es lo que ha variado tanto para cambiar estos hábitos?
Pues la respuesta es obvia: ¡el calor! Sin embargo, la receta viene de la mano de nuestra Iglesia, que siempre está abierta por vocación, incluso en vacaciones. Son nuestros pastores los que cambian los horarios de las misas dominicales para adaptarlas a nuestras necesidades. Otras delegaciones cambian la visión artística de las techumbres de nuestros templos por la visión nocturna de nuestros cielos estrellados, que se convierten en manto celestial y que nos acompañan para hacer en la naturaleza aquello que acostumbramos a hacer en los templos (vigilias de oración, convivencias de grupos de jóvenes, encuentros y veladas de música y oración, eucaristías al aire libre, oraciones grupales…).
Y luego diremos que los cristianos no somos ni creativos ni abiertos a nuevas posibilidades. ¡Pues ahí encontramos muchas alternativas! Ahora, ya no hay excusa y lo único que en verano debería afectarnos sería el calor del Amor de Dios que se encuentra en cada cachito de este mundo tan fascinante que nos regala. Así que, recuerda: la Iglesia está abierta por vocaciones y por vacaciones. ¡Refréscate con la nueva brisa de Dios!
EMILIO CÓRDOBA