Nos encontramos ante el séptimo domingo del tiempo ordinario. El evangelista Lucas nos traslada al momento en el que Jesús imparte una nueva catequesis de cómo debemos actuar en nuestro día a día, en nuestros quehaceres y en nuestra vida propia. “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Esta frase del evangelio de este domingo viene a resumir todo el pasaje que se nos narra, que se enriquece con múltiples ejemplos que Jesús pone a sus discípulos.
Porque la mejor manera de enseñar y de predicar es con el propio ejemplo, Jesús no sólo les enseña cómo deben actuar, sino que les invita a actuar así.Dar sin esperar nada a cambio y querer ofrecer a los demás lo que nos gustaría recibir por parte de los demás, es la mejor manera para acercarnos hacia el camino de la felicidad, ése que el pasado domingo se nos enseñaba también a través de las bienaventuranzas.
Y no me refiere al hecho de dar cosas materiales, sino a la acción de darnos a los demás, en el sentido más servicial del verbo “darse”.Los que tenemos la gran oportunidad y suerte de trabajar “pastoreando” a los niños y también a los adultos a través de la enseñanza en las aulas y en nuestras otras tareas pastorales, debemos ser conscientes de que no sólo los contenidos son importantes a la hora de transmitir enseñanza, sino también la metodología que aplicamos, es decir, el modo en el que enseñamos a los demás.
Porque una clase práctica es mucho más enriquecedora que una teórica y, siendo conscientes de que los más pequeños suelen aprender más por imitación que por imposición, el hecho de tratar a los demás como queremos que ellos nos traten cobra aún más sentido.Porque cuesta el mismo esfuerzo sonreír que gruñir, amar que odiar, perdonar que ser rencorosos… cambiemos nuestras intencionalidades y revistámoslas de amor. Como dice un eslogan muy cristiano que al mismo tiempo juega con la ortografía, “¡Amen! Así, sin tilde”.