Mensaje de las lecturas
· Primera lectura, Is. 42, 1-4.6-7: Sobre Él he puesto mi Espíritu.
· Salmo 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
· Segunda lectura, Hch. 10,34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu.
· Evangelio, Mc 1, 7-11: Tú eres mi Hijo, mi predilecto.
El Bautismo de Jesús
La fiesta de este domingo, el Bautismo de Jesús, invita a todo cristiano a volver una vez más, mediante una meditación profunda y sosegada, a reflexionar sobre el compromiso de vida que todo bautizado asume libremente en su bautismo. La cosa no es muy difícil ni complicada, pero tenemos que querer ponernos a la tarea.
Todos los cristianos, por su bautismo, asumen el compromiso y la responsabilidad de vivir en profundidad el rico y exigente significado inherente al mismo: nos bautizamos porque creemos que Dios es el primer referente en nuestra vida personal, porque le convertimos en el sentido de nuestra vida, porque el mensaje de Jesús nos seduce y subyuga.
Por nuestro bautismo aceptamos que el encuentro con Jesús y la identificación con su Persona son algo absolutamente necesario para nuestra vida cristiana. Y la Eucaristía es el momento privilegiado para encontrarnos con Él y para robustecer nuestra vida cristiana.
Es pues, la dimensión espiritual de adhesión a la persona y el mensaje de Jesús, el Evangelio, lo que asumimos como norma fundamental de vida y conducta. Pero eso sólo es posible por la luz y la fuerza del Espíritu, energía y principio vital que posibilita nuestro esfuerzo y nuestro talante hondamente evangélico.
Pero la coherencia interna de esta realidad espiritual innegable nos debe conducir a un segundo momento necesario e incuestionable, fruto de esa vida interior de amor e identificación con Dios; y a ello nos conduce también la luz y la fuerza del Espíritu: el compromiso del amor al hermano; si es el Espíritu el que –según Isaías– lleva a Jesús a abrir los ojos al ciego y a liberar a los cautivos de la prisión, también es ese mismo Espíritu el que nos impulsa a cada uno de nosotros a vivir un estilo de vida donde la preocupación y la tarea de liberar cautivos y curar cegueras se constituya en quehacer y afán inexcusable e imprescindible de su estilo habitual de vida.
Este significado básico del Bautismo exige y conlleva como algo connatural con su naturaleza de cristiano, pues, abrirse al contexto actual en que todos vivimos. Nos impulsa a escrutar los acontecimientos diarios para enfocarlos a la luz del evangelio; nos dota de la fuerza y energía para vivir en coherencia con nuestros principios cristianos; nos sana la indiferencia, los complejos, las indolencias, las apatías, y los miedos, cuando nuestra condición de cristianos no exige defender los valores éticos fundamentales como son la vida en todas sus fases, la tolerancia, la solidaridad, la transparencia, la responsabilidad, la dignidad fundamental de todo ser humano, el respeto alas ideas y creencias ajenas; los valores evangélicos, como el perdón, incluso al enemigo, o la persecución y entrega de la vida por Cristo también es posible para el cristiano, pero siempre con la fuerza del Espíritu.
padre Domingo Reyes, trinitario