lunes 16 septiembre 2024
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Domingo 11 de agosto: Jesús es el verdadero pan de vida

En un mundo que pareciera que se aleja de Dios, que ya nada le dice su Palabra ni la Iglesia, por tercer domingo consecutivo, Jesús se nos presenta como el verdadero pan de vida que sacia nuestra hambre de fe, amor, paz y justicia.

Para muchos contemporáneos de Jesús era imposible creer que este vecino de Nazaret, era el Hijo de Dios venido del cielo. Así también para algunos cristianos de hoy resulta difícil reconocer en el pan y el vino eucarísticos la presencia real de Cristo. Recordemos que en cada Eucaristía se renueva el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, y Cristo se nos da como alimento a través de la Palabra de Dios y de su Cuerpo y Sangre. Jesús al ofrecerse como alimento se convierte en esperanza para el mundo entero, pues su carne la ofrece para que el mundo tenga vida. Es decir ahora Dios vela no solo por su pueblo sino por el mundo entero.

La buena noticia de la Palabra de Dios en este domingo es que todos, absolutamente todos, “seremos discípulos de Dios”, todos tenemos la posibilidad de entablar una relación estrecha con el Señor. Y dicha relación se logra principalmente aceptando que Jesús es “pan bajado del cielo”. Esto significa que en Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital que vienen del misterio mismo de Dios. Jesús es el pan de vida.

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él conoce una vida diferente, una vida de interioridad, de no vivir en la superficialidad sino en dejar que Dios viva dentro de nosotros.

Aquí pienso que si en la Iglesia no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso para un cristiano comprometido nada hay más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús, el Cristo. Esto significa dar tiempo diario a la oración, a la lectura de los evangelios, a participar en la Eucaristía y alimentarnos del Cuerpo de Cristo.

Hablemos claro, no basta solo ir a misa y cumplir con los mandamientos y preceptos de la Iglesia. Pienso que si no nos sentimos atraídos por el Hijo de Dios, encarnado en un ser tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos alentará para ir más adelante que lo que nos marca nuestras tradiciones.

Muy acertadamente Jesús nos recuerda que el que cree tiene vida eterna. Y la vida eterna es una vida de calidad nuevas, una vida que pertenece al mundo definitivo. Una vida plena que va más allá de nosotros mismos, porque es ya hoy una participación en la vida misma de Dios.

Finalmente desde Chile y con el corazón puesto en esta gran América Latina donde he vivido mi sacerdocio por más de 30 años, sólo me queda colocarme hoy al lado de tantos hermanos venezolanos. Ellos sufren, pasan hambre y se ven obligados a huir con lo puesto de su propio país porque son maltratados en sus derechos humanos y democracia.

Hace unos días veía en la televisión el testimonio de una mujer venezolana evangélica: “Hoy en Venezuela se repite la historia del pueblo de Dios esclavo en Egipto por el faraón. Los israelitas en nombre de Dios tuvieron que salir de la opresión porque Dios nunca quiere las mentiras, ni los engaños de algunos políticos sino la verdad y vida de su pueblo”.
Alimentados del Cuerpo y Sangre de Cristo, recemos y seamos solidarios con nuestros hermanos venezolanos que hoy se sienten perseguidos, golpeados y expulsados de su propia nación.

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