Del mismo modo en que “el Espíritu Santo les movía (a los apóstoles) a expresarse” (Hch 2, 1-11), los cristianos también debemos expresar nuestra alegría, la alegría de la Resurrección de Jesús, desde el primero hasta el último de los 50 días de esta Pascua, que culmina en el día en que recibimos el Espíritu Santo.
Y debemos movernos para cumplir con nuestra misión de evangelización, siendo la misma tarea que les fue confiada a los apóstoles. Esa tarea empieza ahora: el tiempo ordinario comienza la próxima semana y, aún siendo un tiempo “normal”, es el período más largo de nuestro ciclo litúrgico, un período donde también debemos celebrar y anunciar la buena nueva de Jesús. Para ello, debemos recargar nuestras pilas y renovarnos. ¡Ésa es la tarea del Espíritu que cada Pentecostés se nos regala!: El espíritu que nos mueve como Iglesia, con la agilidad de una paloma, para trabajar por y para el que tenemos cerca.
Rocío es eso: empaparse. Empaparse de la fuerza de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, confiar en que juntos hacemos una Iglesia más unida y fuerte capaz de trabajar por los demás. He aquí el objetivo de la felicidad de una Hermandad: descubrir nuestra felicidad haciendo primero felices a los demás.
¡Y con felicidad y alegría nos vamos de Romería! Lo celebramos como fiesta que es y dentro de nuestra idiosincrasia: con cantes, bailes y vino. Porque no es incompatible, ni negativo, ni tiene por qué estar mal visto, porque también nuestro Pastorcito Divino cantó, bailó y bebió vino en múltiples celebraciones: en las bodas de Caná, en la Última Cena… ¡Eso sí!: nunca sin olvidarnos de cómo lo hizo: sintiendo, viviendo y poniendo todo en común.
Por eso, quisiera aprovechar esta primera ocasión para desearles a todos un Feliz Lunes de Pentecostés. Que nos colmemos del Espíritu Santo y renovemos nuestro bautismo con “agua de Quema” confirmando nuestra fe en el Pastorcito que nos guía, único Redentor y Salvador nuestro. Que tomemos el ejemplo de María, nuestra Madre, que siempre estuvo a su lado y al lado de todos los que le acompañaban con ternura maternal. ¡Ésta es la meta de nuestro peregrinar hacia la tierra prometida de las marismas!
Si así lo sientes y vives, entonces podrás poner respuesta a esta cuestión: ¿Qué es lo que mira la Virgen del Rocío y con qué intención lo hace? Si eres capaz de dar respuesta a esta pregunta, no dudes en acercarte y contestarme, porque sólo entonces habré descubierto a un nuevo hermano y a un nuevo rociero.