viernes 22 noviembre 2024
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Domingo II de Adviento, 10 de diciembre. ‘Preparar el camino’

· Primera lectura: 
Is. 40, 1-5. 9-11: “Preparad un camino 
al Señor…”
· Salmo responsorial: 
Salmo 84, 9 ab-10. 11-12. 13-14: “Muéstranos, Señor, tu misericordia”.
· Segunda lectura: 
2Pe 3, 8-14: “Esperamos un cielo nuevo y una nueva tierra” 

· Evangelio: Mc.: “Allanad los senderos del Señor”

Entrados ya de lleno en el tiempo del Adviento, y las lecturas de este domingo segundo nos invitan a continuar la dinámica de una vida cristiana necesitada de reflexión y examen de conciencia personal para restaurar y renovar nuestra opción de fe; y eso a la luz del gran acontecimiento que vamos a celebrar la noche de Navidad como es el nacimiento de Jesús. ¿Constituirá de verdad una renacer espiritual para nosotros? ¿Constatamos progreso espiritual en nuestra comunión con Dios desde el año pasado?

Es una realidad que para esta tarea no  podemos contar, o muy poco, con el ambiente instaurado en nuestras sociedades desarrolladas en las que una publicidad tendenciosa y desmadrada incita a un consumismo exacerbado, orientada a ganancias económicas a todo trapo; frente a ello, el vértigo del consumismo y el ansia de diversión, el cristiano auténtico se centra en la meditación de la palabra de Dios y el crecimiento en sensibilidad humana hacia los más pobres, a la luz  del Niño del pesebre. 
 
Y este domingo las lecturas son   muy claras en su mensaje central: preparad el camino al Señor: el camino de la propia vida, anclada en la fe en un Dios que nos invita a  elevar los valles de  nuestros complejos, temores, desidias, rutinas, depresiones,  cobardías y perezas, y a bajar las colinas de nuestros orgullos, soberbias y prepotencias, peligros que existen permanentemente en nuestras vidas  de humanos y cristianos.
La mismas lecturas nos invitan asimismo, son sólo a despojarnos de nuestras flaquezas, sino y sobre todo a revestirnos de fortaleza y audacia evangélica al estilo de Juan el Bautista:  a subirnos al monte, a no tener miedo de mostrarnos en público, a alzar la voz, a ser elocuentes y testigos de la riqueza espiritual que llevamos dentro, como es el sublime mensaje y la elocuente figura de un Mesías Dios que viene a nosotros en forma de ser humano, desvalido, despojado de poder, humilde, mendigo de amor. 
 
Un Dios hecho hombre que anuncia la paz, la fraternidad, la concordia, la misericordia, la justicia, la fidelidad, en palabras del salmo responsorial. Un anuncio que ha de hacerse fundamentalmente asentado en  la propia coherencia de vida, planificando de sentido y profundidad a la palabra de Dios.  Es así como podremos adelantar el cielo nuevo y la nueva tierra que se nos promete en plenitud para un tiempo venidero.  
Y es que cada uno de nosotros,  fundado en su fe inconmovible centrada en Jesús que nace para nosotros,  puede ofrecer el precioso testimonio de su vida, a través de  la gran posibilidad de convertirse, al estilo de Juan el precursor, en referencia  viva y elocuente de ese cielo y tierra nuevos que se nos ofrecerá en plenamente  en un más allá esperado, pero que se comienza a construir ya  aquí en este mundo tan complejo, tan pluralista y tan problemático con la propia vida. 
 
El tiempo del Adviento debe, pues, revestirse con el significado de una nueva oportunidad  y gracia,  dotándolo de sentido  cristiano, para que la figura del Dios Niño resplandezca en nuestra sociedad  como la de un Dios, hecho hombre por amor, que quiere contar con cada uno de nosotros para sembrar amor, concordia y fraternidad. ¡La esperanza cristiana no defrauda, pues tenemos a un Salvador, Jesús que nos sustenta, anima y asiste!
 
padre Domingo Reyes 
 
 
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