viernes 22 noviembre 2024
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Domingo Primero de Adviento, 4 de diciembre

Antes de comenzar mi reflexión dominical quiero tener presente a nuestro director del periódico, don Ángel Guerrero Fernández, que nos dejaba hace poco. Estoy seguro que desde Allí, donde seguro que está, seguirá leyendo nuestras reflexiones. Él no necesita ya de ellas, pero pedirá a Dios que los que escribimos, seamos capaces de transmitir la ESPERANZA del Adviento a todos nuestros lectores. Va por ti don Ángel Guerrero, por ti que tanto nos querías a los sacerdotes. Por ti que seguías besándonos las manos aunque éste sea un gesto en desuso en nuestra sociedad. Don Ángel, quiero comenzar y hacerlo con toda naturalidad, como si nada hubiera cambiado en nuestro “Sol de Antequera”, aunque sí ha pasado y nos tendremos que ir acostumbrado a ello.
Hoy comenzamos  uno de los tiempos litúrgicos más bellos: el tiempo de Adviento. Dios viene,  pero no sabemos cuando, así que más nos vale estar preparados. Como dice Pablo en la Segunda Lectura, es posible que vengamos de una larga noche oscura, el creyente no está exento de las dificultades; pero el principio de superación de los problemas está en, no en dejarse vencer por ellos, sino en mantenerse en guardia. De la misma forma que cuando uno entra en un túnel no se alarma porque sabe que hay salida, el verdadero creyente sabe mantenerse en marcha dentro de los túneles de la vida, porque sabe que tarde o temprano verá en el horizonte un punto pequeño de luz, una salida. 
 
Vamos a adentrarnos en este tiempo como un barco que entra en la mar guiados por la palabra del Señor, será en este año el evangelio de San Mateo el que seguiremos domingo tras domingo. 
Durante estos cuatro domingos el Señor nos va a dirigir una palabra. En este primer domingo la palabra es “velad”. El primer domingo de Adviento es como un despertador que sacude la inercia con la que vivimos a veces nuestras vidas o el derrotismo que nos hace pensar que no podemos cambiar nada. “Ya es hora de despertaros del sueño”. Los cristianos hemos de vivir como si cada día que pasa el Señor estuviera un poquito más cerca. 
 
Adviento nos recuerda que el día está llegando; por tanto es tiempo para levantarnos, aunque nos cueste trabajo; es tiempo de quitarnos el pijama y revestirnos de Cristo. O como dijo este verano su santidad el Papa a los jóvenes en la JMJ de Cracovia: “No quiero jóvenes de sofá… quiero jóvenes en zapatillas y preparados para el camino”.  Como Jesús dice en el Evangelio, cuando el Hijo del hombre llegue, será a la hora menos esperada. Navidad se vuelve a repetir cada año y los hombres continuamos esperando a Dios en los grandes sucesos mientras que Él sigue llamando a nuestras puertas en forma de una pareja de forasteros en busca de hogar. Estemos atentos a esas pequeñas llamadas, porque en ellas viene Dios.
 
Tenemos ante nosotros cuatro semanas muy especiales. Semanas que nos preparan para acoger la radical solidaridad de Dios con nosotros. Celebrar el nacimiento de Jesús significa celebrar que, en Él, Dios mismo ha entrado en nuestra historia. No está fuera ni allí arriba, como a veces imaginamos, sino dentro, haciendo suyos nuestros anhelos, afanes y dolores, acompañando nuestros desvelos y, sobre todo, sanando heridas, recomponiendo lo roto y abriendo paso a nuestro futuro. Dios está,  pero está en medio de cada hombre. Pero su presencia aún no es plena. El tiempo de Adviento nos recuerda también que la presencia de Dios es como una semilla que, en Jesús, se ha sembrado en la entraña de nuestro mundo, que ya está creciéndole por dentro y que necesita el tiempo de la historia y la colaboración de nuestra libertad para emerger totalmente con su fuerza transformadora y llenarlo todo de vida. 
 
Que este tiempo de Adviento, reavive los sueños de nuestro corazón, pero sueños que no nos adormezcan ni nos anonaden, sino que nos hagan soñar despiertos, que nos hagan ponernos las zapatillas que nos recomienda Francisco I y salgamos a recorrer los caminos llevando el mensaje del adviento a los hombres. El mundo muere de ESPERANZA, y precisamente ESPERANZA, es lo que nos trae el adviento. Feliz adviento a todos.
 
padre carmelita Antonio Jiménez 
 
  
 
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