Después de un largo período estival, el primer mensaje que nos lanza hoy el Evangelio es este: la Buena Noticia no es una exclusividad para un grupo o para un pueblo en concreto, es para todo el mundo. No podemos creernos y considerarnos los elegidos por Dios para recibir su mensaje. Este mensaje no tiene fronteras. Está abierto a todos.En esas tierras paganas, le acercan un sordo que además tiene problemas para hablar.
Normalmente los sordos tienen problemas para hablar, sobre todo si son sordos de nacimiento. Y Jesús lo toma y lo separa del grupo. Significa que Jesús no busca el espectáculo. Podemos entender que, cuando le acercan a Jesús aquel hombre, los que lo hacen tienen la imagen de un Jesús curandero. Como los muchos curanderos que podemos encontrar hoy en nuestra sociedad. Si Jesús hubiese querido fama, delante de todos lo hubiera curado, y así se hablaría más de él.
Pero hace todo lo contrario, se lo lleva aparte y allí lo cura. La transformación que pretende Jesús no es sólo una curación física de las dolencias del hombre, sino que va más allá. Jesús, antes de curar al hombre, ora. La oración como punto de partida de todas nuestras acciones. Y una oración muy sencilla: mirar al cielo y suspirar. Creemos que nuestra oración es más rica y más profunda cuando soltamos grandes parrafadas, o cuando nos “enrollamos” en grandes repeticiones. La oración debe ser algo mucho más sencillo, debe ser un encuentro personal con Dios.
Una vez que ha orado es cuando cura al enfermo. Lo hace con una palabra. “Effetá”, que significa ábrete. Marcos nos lo traduce. Es un sinónimo de “cúrate”, pues aquella gente creía que los órganos paralizados estaban cerrados. Jesús le toca los oídos y la lengua. Con este gesto quiere expresar que le pone en la disposición de escuchar la voz de Dios y de proclamar ese mensaje que ha recibido. Nos invita a abrir nuestros oídos y nuestras bocas a su mensaje.
Como cristianos tenemos la misión de proclamar el evangelio. El problema que nos encontramos es que no estamos preparados, no estamos formados, o nos sentimos no formados. Quizás el curso que ahora empieza pueda ser una buena excusa para apuntarnos a los cursos de formación de la parroquia o unirnos a grupos de formación cristiana. Y termina el evangelio con lo que llamamos el secreto mesiánico. Jesús le indica que no se lo cuente a nadie, que no lo divulgue.
Pero le falta tiempo para dejar a Jesús y comenzar a contarlo a todo el mundo. La idea de Jesús de que no dijese nada era para que la gente no se quedase en la curación física y se centrase en el cambio o transformación propiciado en la persona. No nos podemos quedar en la imagen de un Jesús sanador y curandero y nos tenemos que centrar en la imagen de un Jesús liberador de las ataduras que nos impiden dar testimonio suyo con nuestra vida.
padre Antonio Jiménez López, carmelita