Tengo recuerdos de una infancia marcada por una intensa actividad eclesial, germen y gran culpable de mi fe a día de hoy, a veces quebrantable por los vaivenes de la vida, pero recompensada con la fuerza de que nada es imposible si Dios va de la mano contigo. El pasado viernes 25 de septiembre me desplacé a la Parroquia Madre de Dios de Málaga, donde participé junto al grupo Shalahim en una velada de oración por los refugiados de Siria. Allí, tuve la gran suerte de reencontrarme con gente que guardo en mi memoria con especial cariño y que hoy, años más tarde, Dios vuelve a poner en mi camino. Uno de ellos es Antonio Sosa.
Allí, tras nuestra participación en la velada y ya recogiendo para emprender el camino de vuelta, vivimos este reencuentro no sin recordar momentos de mi infancia y adolescencia que sacaron las sonrisas a algunos; pero al mismo tiempo, recordamos a otras personas que también marcaron momentos especiales en nuestro arciprestazgo de Antequera. Y Antonio sacó el nombre de Félix Urdiales. Fuerte revés el que recibí cuando Antonio me transmite que Félix está muy enfermo, pidiéndome que rece por él. Dos días más tarde, recibo la noticia que podía temerme en cualquier momento: el bueno de Félix había pasado a disfrutar de la presencia del Padre.
57 años y un cáncer. Duro de asumir y difícil de entender. Sin embargo, echo la mirada atrás y me pongo a recordar quién fue Félix Urdiales. Párroco en Los Llanos de Antequera y capellán de nuestro Hospital de Antequera. Sus pintas echaban para atrás: más de uno y de una se llevaban un buen susto al verlo entrar en las sacristías de los templos en horarios de misa, y, a continuación, se quedaban boquiabiertos al verlo revestido de cura.
Sacerdote de los que se definía entonces como “cura obrero”, trabajó en la conocida empresa de Aguas del Torcal como barrendero (¡y a mucha honra!), porque lo hacía de un modo social, acompañando a una cuadrilla de discapacitados con los que convivía y a los que ayudaba para que pudiesen integrarse en nuestra sociedad.
Lo recuerdo como si fuese ayer mismo. Probablemente muchos podrán aportar más hechos y datos sobre el estilo de vida de entrega a los más desfavorecidos que llevó a cabo en nuestra Antequera, pero simplemente con lo poco que recuerdo, me es suficiente para atreverme a pedir a las autoridades que tengan a bien un reconocimiento a este hombre, dada la recién convocada convocatoria de presentación de candidaturas del VI Premio de la Solidaridad. No lo pido porque fuese sacerdote: simplemente lo pido porque fue humano en una sociedad cada vez más deshumanizada. Vaya por todos los Félix Urdiales anónimos que “hacen de las suyas” por los demás en nuestra ciudad…
EMILIO CÓRDOBA ARJONA