Recientemente ha terminado el Sínodo de la Misericorida. Sí, no me he equivocado, sé que ha sido el Sínodo de la Familia, pero por las palabras del Santo Padre tanto en la misa inaugural el 4 de octubre en Santa Marta como en su clausura, el Papa habla de Esperanza y Misericordia para las familias. El resultado del Sínodo de la Familia es un documento de 94 puntos y muchas propuestas sin condenas y con un mensaje muy esperanzador para las personas que nos hemos aventurado a formar una familia o las que afrontan dificultades en este camino de la familia.
Los obispos han pedido comprensión a las diferentes realidades que nos encontramos en las diferentes familias: soledad, desesperanza o fracaso matrimonial. Se han escuchado infinidad de cosas en relación a la “apertura en materia de divorcios y fracasos matrimoniales” que seguramente sea de los puntos más fuertes del sínodo, pero los obispos nos recuerdan que todo no está bien.
Una de las ideas más fuertes es que hay que mejorar la preparación para el matrimonio; los llamados “cursillos prematrimoniales” que la mayoría de las personas dan tan poca importancia y se hace como “obligatorio”, pero que en ellos se debería aprender a desarrollar el maravilloso proyecto personal que es el matrimonio y la familia.
Los obispos también piden a las familias veteranas que se involucren en la formación de futuros matrimonios y ayuden a esos futuros matrimonios a prepararse bien y a ayudarlos a afrontar la educación de los hijos de manera adecuada. Los obispos también pide que sean los padres los que se involucren en la educación sexual de los hijos para estar preparados a la “educación externa a la familia” que se van a encontrar (colegios, Estado, amigos…).
Otro tema afrontado es el de los jóvenes que conviven, pero no están casados, una realidad que vemos muy a menudo, proponen una atención específica a ellos para que se puedan encaminar hacia la boda. En el caso de las personas divorciadas que se han vuelto a casar (por lo civil, porque el matrimonio canónico sabemos que es indisoluble) y quieren volver a recibir los sacramentos, el sínodo propone que se acerquen a la comunidad de la Iglesia y que sea un sacerdote el que los guíe y forme la conciencia y a descubrir en que situación están ante Dios. Además, no se puede generalizar y habría que estudiar cada caso en particular.
En su clausura, el Papa nos habla del deber de la Iglesia en los casos irregulares no es distribuir condenas a nadie; sino proclamar la misericordia de Dios, llamar a la conversión y conducir a todos los hombres a la salvación del Señor.
Como hemos visto; el Sínodo ha tocado temas de tanta actualidad en la vida cotidiana que no deja indiferente a casi nadie (educación de los hijos, divorciados, divorciados vueltos a casar, jóvenes conviviendo sin casar, métodos anticonceptivos…). A la espera de que el Papa Francisco valore el texto de los Obispos y escriba una exhortación apostólica seguiremos soñando con la Familia, base y pilares de la Sociedad; como la queramos (fuertes, estables, potentes, con estabilidad, esperanza y cargados de ilusión) ya es cosa nuestra.
ENCARNI ÁLVAREZ