sábado 20 diciembre 2025
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Evangelio del domingo 21 de diciembre: “Concebido por el Espíritu en el seno virginal de María”

En estos días de Navidad estamos tan entretenidos con nuestras compras, regalos y cenas que resulta difícil acordarse de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión. Nos preocupamos mucho de que estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios.

Una vez más, estas fiestas pasarán sin que muchos hombres y mujeres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón, sin que nada haya renacido en sus vidas. La Navidad sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreva a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria y éste sería el verdadero regalo de Navidad.

Dios es infinitamente mejor de lo que nos creemos: más cercano, más comprensivo, más tierno, más audaz, más amigo, más alegre, más grande de lo que nosotros podemos sospechar. Necesitamos detenernos ante lo que significa un Dios que se nos ofrece como niño débil, vulnerable, indefenso, sonriente, irradiando sólo paz, gozo y ternura, un Dios que es el regalo mejor que se nos puede hacer a los hombres.

Nuestra gran equivocación es pensar que no necesitamos de Dios. Creer que nos basta con un poco más de bienestar, un poco más de dinero, de salud, de suerte, de seguridad. Y luchamos por tenerlo todo, todo menos Dios.

Recordemos que la alegría de la primera Navidad se centra en Belén, pequeña entre las aldeas de Judá, que se convierte en el escenario de una alegría que trastoca la historia. Allí, en la humildad de un pesebre, un comedero de animales, nace el Mesías esperado. Pero no se trata solo de un dato geográfico, sino teológico: la alegría de Belén es una alegría que se cumple, esperada por profetas como Miqueas que anuncia un pastor que guiará a su pueblo y nacerá en esa ciudad (Mi 5,1-13).

En el evangelio de San Mateo se nos presenta a José, el esposo de María como hombre justo, hombre fiel a Dios. En medio de una situación conflictiva que no se entendía claramente, José creyó en lo que el enviado divino, un ángel, le anunció en sueños. Lo anunciado a José superaba toda expectativa que él pudiera tener, desafiaba lo razonable desde una lógica humana.

María, su esposa legal, con quien aún no cohabitaba, estaba encinta y el enviado divino señalaba que la criatura que crecía en ella viene del Espíritu Santo. José dio prueba de fe, de adhesión al anuncio y proyecto divino, pues apenas se despertó del sueño hizo lo que le dijo el ángel, asumiendo la responsabilidad y el niño en quien se cumplía plenamente lo que el profeta había anunciado a Acaz. José cuidará de aquel que es el Dios-con nosotros.
Recordemos que en este cuarto domingo de Adviento se presenta a Aquel cuyo nacimiento celebraremos en Navidad. Concebido por el Espíritu en el seno virginal de María, es Hijo de Dios hecho hombre, Dios verdadero y hombre verdadero, es la salvación del género humano.

José con su actitud de fe, colaboró en el misterio de la salvación que solo se acoge mediante la fe. Solo quien cree puede experimentar que Dios actúa en la historia y salva. Jesucristo, Verbo encarnado, es la concreción de la salvación divina y, por eso, celebraremos con júbilo y alegría en Navidad que Dios se hace presente entre los hombres, percibiéndole quienes, como María y José, acogen el proyecto de Dios que puede desafiar la lógica natural humana. Que la fe nos haga experimentar al Emmanuel, al Dios que se carne de nuestra carne.

Desde Chile les deseo a todos, amigos lectores de El Sol de Antequera, ¡Feliz Navidad con Jesús que nace en nuestros corazones!

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