martes 18 noviembre 2025
InicioReligiónFieles difuntos 2025: el día de nuestro definitivo nacimiento

Fieles difuntos 2025: el día de nuestro definitivo nacimiento

Cada año celebramos el día de nuestro nacimiento como nuestro cumpleaños. La Iglesia, sin embargo, no procede así, para ella “el día de nuestro definitivo nacimiento” es el de nuestra muerte. Y por eso, cuando declara santo a una persona, el día de la celebración de ese nuevo santo pasa a ser el día de su muerte. Con lo que está diciendo que la muerte es el nacimiento a la verdadera vida.

Y es que para la fe, la muerte no es una tragedia que nos sepulta en el reino de la nada, sino la puerta que nos abre a la nueva y definitiva vida. Puerta que ilumina el enigma de la vida con la esperanza de una eternidad en Dios. Esa verdad llevó a la Iglesia a crear nuevos usos y prácticas funerarias.

Y sustituyó el nombre del lugar donde se enterraban a los muertos (que en el mundo greco romano se decía «necrópolis» o «ciudad de los muertos»), por el de «cementerio» o «dormitorio». Y resumió así la verdad de su fe: el cuerpo del difunto descansa, esperando la resurrección del último día.

Y trata con gran respeto los cuerpos de los difuntos y los rocía con agua bendita, ya que la esperanza de la vida eterna es una fuente de consuelo.

Y ante esta fe, cuando una esposa o una madre se despiden de su cónyuge o de su hijo, más que «adiós», le están diciendo: «hasta luego» o «hasta pronto», sabedores de que un día volverán a encontrarse.

Y las flores que depositamos en la tumba de nuestros difuntos, expresan nuestro convencimiento: nuestros difuntos perviven y nosotros nos sentimos unidos a ellos con vínculos auténticos.

Y los diálogos que tantas veces mantenemos con nuestros difuntos no son un sentimentalismo vano, sino que responden a nuestra esperanza. Ya que la comunión de vida, afectos y creencias que hemos mantenido en la vida con ellos, no se destruyen sino que se subliman. Por lo que rezamos por ellos.

Y oramos especialmente con la celebración de la eucaristía, en la que nos unimos a ellos con vínculos especiales, ya que todos somos miembros de Cristo: los que peregrinamos en este mundo y los que ya han llegado al final de esta etapa, estén purificándose o gocen de la visión de Dios.

La muerte, por ello, no es la gran enemiga. (Se cuentan que cuando Juan XXIII estaba en el lecho de muerte rodeado de sus más íntimos, su secretario se echó a llorar, y el Papa dijo: ¿por qué lloras, no sabes que voy a la casa del Padre?).

La muerte puede ser dolorosa, pero para los que creemos en Jesucristo es una puerta abierta a la esperanza que lleva al encuentro definitivo con Dios y con los que nos precedieron. Sólo por esto, vale la pena ser cristiano.

Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
¡Suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción)
 
NOTICIAS RELACIONADAS

Más recientes